Hace 62 años
Buenos días amigo mío.
Hoy, hace 62 años que once compañeros de la 8ª cayeron.
Un recuerdo y una oración para ellos. Quedamos pocos, muy pocos. No me
tienes que dar las gracias, al contrario lo agradezco y mucho. De los que éramos del 9º curso aquí en
Cataluña quedamos tres solamente, y si no les digo yo algo, ellos ni se enteran
o por lo menos, da esta sensación. Recibe un fuerte abrazo.
Buenos días.
Gracias por recordarme la fecha que pocos españolitos
conocen. Efectivamente tal día como hoy, en 1957, algunos compañeros nos
dejaron para siempre.
Manuel Albacete era madrileño como yo y
casualmente éramos alumnos del colegio municipal de San Ildefonso (los que
cantan la lotería de Navidad aunque entonces solo era para chicos).
Buenos días de nuevo.
El cabo José Jardín, era el cabo de la escuadra de
fusil ametrallador. Cuando él cayó, de la misma ráfaga que lo hirió, dos
impactos los recibí yo en la cintura. Dios quiso que dieran en la caja de
petacas pues yo era el primer proveedor y las últimas palabras que dijo el cabo
Jardín fueron para mí; que no me cojan vivo. Entonces, Albacete y Jiménez lo cogieron y se
lo llevaban cuando otra ráfaga los mató a los tres. Cayeron a 5 metros de mí
los tres muertos. Zambrano creo que fue uno de los cinco que no se pudieron
evacuar, igual que Vilariño que suspendió en el 9º y en el 10º curso,
aprobó en el 11º, y vino a morir en aquella maldita tierra.
Para qué sirvió los muertos y heridos defendiendo
aquel territorio, para nada, un sacrificio inútil. En fin, quien mejor que tú
para saberlo.
Recibe un fuerte abrazo amigo mío.
Buenos días.
A pesar de mis propias experiencias, la lectura del
relato que me has enviado me ha dejado sin palabras.
Si alguna vez terminas tus memorias, no dejes de
contar entre ellas las vicisitudes por las que pasaste en aquellos momentos
heroicos.
Alguien las debería leer aunque no comprendan a la cuenta
de quién hay que cargarles los muertos.
Yo fui testigo de una conversación entre los oficiales
de mi compañía, en la que contaban cómo con gran esfuerzo habían conseguido que
les enviaran a la guerra para así sumar meses en su particular cuenta de
ascensos.
Por otra parte, sentir el impacto de las balas sobre
tu cuerpo, pero mitigados por la caja de petacas, debió resultar francamente
inolvidable.
En cuanto a los compañeros muertos en la estúpida
guerra de Sahara-Ifni, tantas veces como escucho la oración militar "La
muerte no es el final", mi pensamiento vuela hacia ellos y no puedo
reprimir el que mis ojos se humedezcan.
Recibe un cordial abrazo amigo.