miércoles

Honor y Gloria.

 La Guerra de Ifni-Sahara (1957-1958) vista por la prensa española actual.


 La gestión de los medios informativos de la época, partía de una abrumadora contradicción. De un lado no se podía admitir que se vivía en una situación de guerra. De otro, apenas podía ocultarse que la gravedad de la situación exigía una creciente dotación de recursos que estaban siendo enviados desde la península. Resultaba difícil explicar la marcha de abundante contingente y material si, como se sugería, se trataba de incidentes menores. 
Esta extraña contradicción va a tener su origen en la torpe política exterior española que en los años inmediatamente anteriores al conflicto, había presentado a Marruecos ante la opinión pública como el aliado indiscutible de España y, a los pueblos árabes y musulmanes en general, entre los que se encuentran como es sabido los principales exportadores de petróleo, como una preferencia absoluta que oponer a los desaires acumulados durante años de los países occidentales. 
 En un contexto, el de 1957, en el que precisamente España intentaba una renovación de su imagen exterior, asumir ahora que todo ese tiempo se habían estado equivocando las verdaderas intenciones de nuestro vecino del sur, equivalía a aceptar una ineptitud más que evidente de nuestros gobernantes. Por otro lado, el sultán de Marruecos, Mohamed V jugaba sus cartas con la sutileza que ha caracterizado siempre a la casa real marroquí y en todo momento evitaba declararse abiertamente contra los intereses de España, recayendo la responsabilidad de los incidentes en las BAL, un grupo armado que ejercía de brazo del Istiqlal, movimiento promarroquí que aspira a la construcción del gran Marruecos con la anexión del Sahara español y francés más el territorio de Mauritania, extendiéndose así hasta el Senegal. 
 Desde luego nada a lo que en principio, la monarquía Alauí quiera o deba oponerse, en tanto las pretensiones nacionalistas no impliquen prescindir de su papel en ese mapa de intenciones. Entre tanto, Estados Unidos, país para el que mantener su alianza con Marruecos es la llave de sus intereses en el norte de África, recibe un poco antes del ataque, la visita del sultán marroquí, hecho que la prensa de la época recoge “de forma un tanto sospechosa”. Hay que decir que en este conflicto, la televisión fue un fenómeno minoritario aún, y la radio había sido poco investigada por la escasez de recursos sonoros conservados que no permite analizar con claridad ni el impacto, ni la proporción de las informaciones entre el resto de noticias. 
 Dejando a un lado el NO-DO, que no muestra los hechos sino el modo en el que la recluta obligatoria allí desplazada invierte sus horas de tiempo libre, asistiendo a alegres actuaciones de Carmen Sevilla ó Gila, va a ser la prensa el medio más investigado y del que aquí daremos principal cuenta. Los periódicos nacionales redundan en torno a dos ideas: el heroísmo de nuestras tropas, subrayando el papel de los primeros caídos en combate, en especial el teniente Ortiz de Zárate y el alférez Francisco de Rojas, oficiales paracaidista, y del Soria nº 9. 
La segunda idea que se esfuerzan en destacar es la de la progresiva vuelta a la normalidad en la totalidad del territorio, presentando así los acontecimientos como un mero hecho aislado, lo que como se sabe, distaba mucho de ser cierto. La situación de deterioro que se sufría en el África Occidental española había llevado a un ambiente pre-bélico que vino casi a coincidir con el nombramiento del General Zamalloa como nuevo Gobernador General. Su llegada se produce el 23 de Junio de 1957 y el ataque a Sidi Ifni, capital de la provincia, tendrá lugar el 23 de noviembre. Se tiene conocimiento de que las BAL han conseguido reclutar en torno a 1.000 ó 1.500 efectivos, según informaciones procedentes del lado francés, pero que corroboran fuentes indígenas. 
La movilización pretende asaltar la pista de aviación y el depósito de armas de la capital de Ifni y casi de forma simultánea los otros puestos españoles como Mesti, el zoco de Arbaá, Telata de Sbuía, etc..., en lo que parece una acción largamente planificada. Los españoles logran aguantar en Sidi-Ifni y se inicia el despliegue para tratar de afianzar las posiciones a la vez que recuperar, si ello es posible, los puestos del interior que quedarán en una situación muy difícil durante los días siguientes. En líneas generales se trata de una reacción adecuada en plazo y forma, según los medios disponibles, que no eran muchos. A decir verdad éstos resultan tan escasos que el conocimiento de esa vulnerabilidad parece actuar indiscutiblemente como un incentivo decisivo en la voluntad de actuar de la fuerza enemiga. 
Entre el anecdotario de aquellos días se guarda el recuerdo de soldados a los que se les llegó a entregar hasta cinco máuseres en la esperanza de que alguno de ellos funcionara. O el bombardeo desde Junkers de los que habían quedado entre el material alemán suministrado durante la Guerra Civil, con bidones de combustible a los que se les ha acoplado un iniciador de elaboración casera inventado por un teniente mañoso. 
Es la imagen que ha quedado en los anales, la de una guerra pobretona, calificada por algunos como “guerrita de Ifni”, cuando el número total de bajas se estima en torno a las 800 entre muertos, heridos y desaparecidos. 
Las Bandas Armadas de Liberación (ó Ejército de Liberación) estaban formadas por gentes que habían colaborado en la independencia de Marruecos y que por diversas razones no habían llegado a integrarse en el recién creado ejército de ese país, las Fuerzas Armadas Reales. 
A España siempre se le achacó y parece de alguna manera cierto, el mantener una tolerancia excesiva hacia los independentistas marroquíes que luchaban contra Francia. En parte por la antipatía y el recelo que suscitaba lo francés y, en parte, para evitar en el suelo propio herir sensibilidades entre la población autóctona, lo que de ser cierto confirmaría y de una manera muy clara, una vez más, la tremenda estulticia de nuestra política exterior de aquellos días, al menos, vista bajo el prisma de hoy con todo lo que sabemos que ha ido aconteciendo después en aquella área del planeta y en nuestra relación con Marruecos. 
 Desde luego, sabido es que Franco nunca negó su “africanismo”, pero Casas de la Vega habla de un espíritu de colaboración entre los dos países que se remonta a los días en los que el general Petain, amigo de España, vino a sustituir al general Liautey, declarado hispanófobo, tras los ataques de Abd-el-Krim al Uarga. 
Esa colaboración se concretará ya en las fechas próximas al conflicto de que hablamos, en varios encuentros (Conferencia de Port Etienne, entrevista de Villa Cisneros...) en los que se definen protocolos específicos de actuación. 
Zamalloa acuerda con el general Bourgund, por ejemplo, autorizar la persecución en suelo español a las tropas francesas, de los insurgentes que hubieran atentado contra intereses franceses, siempre bajo ciertas condiciones. 
Es un hecho ampliamente admitido, que se identificó casi inmediatamente al inspirador último de las acciones contra las posiciones españolas. Éste no era otro, no podía ser otro que el propio Mohamed V . 
El denominado Plan Madrid, resultado de una reunión de urgencia de la Junta de Defensa Nacional presidida por el propio Franco, supone un cambio radical respecto a la actitud consentidora con las bandas Marroquíes y un acercamiento definitivo a Francia que se traduce en acciones conjuntas y reuniones de Zamalloa y Bourgund. En el momento de la crisis se le dan a Zamalloa plenas capacidades de actuación y sus propuestas son aceptadas sin excepción, lo que entre otras cosas acrecentará la colaboración con los franceses y que, por supuesto, Francia ocultará en buena parte a su opinión pública, la verdadera naturaleza de las operaciones conjuntas con España. 
La razón es evidente: el malestar que posiblemente esto habría generado en la opinión pública de nuestro vecino del norte. 
 De una manera simplificada los hechos se suceden del siguiente modo: 
 - Entre el 22 de noviembre y el 10 de diciembre se va a producir el ataque, la resistencia de las fuerzas españolas y el establecimiento de los perímetros necesarios para garantizar la seguridad en las zonas afectadas. 
 - En un segundo acto de la contienda que dura hasta el 10 de febrero de 1958, en el contexto de una acción defensiva que busca consolidar posiciones, se desarrollan algunas acciones ofensivas contra las BAL. 
 - Finalmente se procede a la aniquilación de los focos restantes de las BAL culminando la campaña el 3 de Marzo de 1958, con éxito claro desde el punto de vista militar. 
 Desde el punto de vista político, el éxito es más que discutible. 
Tanto, que algunos autores no dudan en emplear la palabra fracaso. 
Terminadas las escaramuzas y para apuntalar de alguna manera la paz en la zona, España entregará a Marruecos Tarfaya, la zona sur del protectorado, hecho que tiene lugar en Abril de 1958. 
En 1969 España abandona definitivamente el territorio de Ifni, dejando a sus espaldas sustanciales mejoras en las infraestructuras (renovación del aeródromo, sistemas de agua, etc...). 
Siempre se sospechó que la entrega de Tarfaya a Marruecos formaba parte de un pacto que establecía ésta y otras condiciones como requisito para el cese de las hostilidades. 
Y concluidas éstas parece asumirse entre el conjunto de los medios de comunicación, el acuerdo tácito de enterrar a los muertos y con ellos, su recuerdo.