No
es ninguna exageración el título del presente artículo.
El
5 de febrero de 1958, el periodista José Ortega Ortega, en el diario
“Ampurdán”, de Figueres, así titulaba al padre, entonces teniente, Pablo
Cabrera Arias:
“…En
Ifni hay un héroe con sotana”.
Es
así de cierto que al igual que los médicos curan y sanan los cuerpos, los
sacerdotes sanan las almas.
Muchas
veces con una clase de heroísmo que no recibe publicidad, ni ellos la desean,
ni menos esperan recompensas, esa tarea silenciosa: La entrega a los
demás.
El
hoy coronel-capellán Pablo Cabrera Arias, tiene un gran mérito, su vida ha sido
dura y sacrificada.
Con
tan sólo ocho años quedó huérfano de madre; su padre, un sencillo y humilde
mecánico, con tres hijos, tuvo que hacer un enorme sacrificio para sacar
adelante a esta familia.
Aquel
joven Pablo, tras su paso por el seminario elegido por plena vocación, en
Murcia cuando contaba con 25 años, era ordenado sacerdote.
El
primer capellán paracaidista del Ejército de Tierra.
Su
primer destino como coadjutor fue en Villena (Alicante), para posteriormente
hacerse cargo de la parroquia de Bullas (Murcia).
El
carácter jovial, abierto, campechano y tremendamente humano, consiguió ganarse
el aprecio y cariño de los vecinos, lo mismo creyentes que no creyentes.
Magnífico
comunicador se ganó a la juventud, lo mismo que a los mayores.
Para
él el día no tenía horas, visitaba enfermos, presente donde estaba la
necesidad, y así lo confirman los vecinos, que lo bautizaron como el “Cura
de la Manta ”,
porque a los niños que sabían catecismo y se comportaban correctamente les
regalaba una manta.
Una
vez que ingresa en el Cuerpo Eclesiástico del Ejército, y tras su paso por
varias unidades como teniente capellán en el Regimiento de Infantería “Wad Ras”
55, es cuando en octubre de 1956 ingresa en la Escuela Militar de
Paracaidismo en Alcantarilla (Murcia) para realizar el curso y obtención del
título de paracaidismo.
El
día 30 de octubre de 1956 el entonces teniente capellán Pablo Cabrera desde un
avión “Junkers”, realizaba el primer salto (8º curso) y el 15 de noviembre del
citado año, al haber realizado los seis saltos reglamentarios, recibía el título
de “Cazador Paracaidista”, en un sencillo pero entrañable acto,
además de muy emotivo, con la presencia del General Gobernador Militar de
Murcia y el Obispo de la diócesis Don Ramón Sanahuja y Marce.
Un
prestigioso periodista, testigo de uno de los saltos del entonces teniente
capellán Pablo Cabrera, así lo describía: “…el 8 de diciembre de 1956, desde un
“Junkers” saltaban varios paracaidistas, uno de ellos lleva los brazos sobre el
pecho y no tenía el más mínimo atributo exterior que lo diferenciara de los
demás soldados.
Era
el padre Cabrera, teniente capellán de la Agrupación de Banderas
Paracaidistas, que hacía su duodécimo salto esta mañana fría y sin aire…·
(Tico
Medina,"Informaciones”, diciembre de 1956).
El
23 de febrero de 1957 se iba a realizar un salto, quizás el primero en la
historia mundial del paracaidismo, y que iba a ser portada y noticia de prensa,
radio y TV. Sobre el aeródromo de Alcalá de Henares saltaban los paracaidistas,
entre ellos el padre Cabrera, y lo hacía llevando consigo un
pequeño “altar portátil”, similar a un neceser, provisto de un
trípode; apenas puso los pies en el suelo, allí mismo oficiaba la santa misa, y
daba la comunión a numerosos “paracas” que le acompañaron en el
salto.
Las
armas de un sacerdote: un breviario y un crucifijo.
Aunque
muchos se empeñen en imponer la mentira como verdad, la guerra de Ifni no fue
silenciada; las hemerotecas son fieles testigos de la historia; y para ellos un
diario catalán así lo expresaba:
“…
En Ifni hay un héroe con sotana, el padre Cabrera, capellán de la Agrupación de Banderas
Paracaidistas, que ha dado muestras de un extraordinario valor, no tienen
que ver los idólatras o politeístas, para él sus ideales son sus semejantes, y
en cuanto a dioses sólo conoce uno…”
(El Noticiero Universal, 13 de diciembre de
1957).
Hay
un hecho que habla por sí solo de las bellas virtudes que adornan a este hoy coronel
capellán, y esto sucedió en uno de los combates de Ifni, relatado en
un artículo de un diario nacional:
“…Manuel
Cardeiriña, un paracaidista de La
Coruña , afirma que le debe la vida al capellán que nos
acompaña.
Fui
herido en el combate por una bala que me penetró en el muslo sin salida, no me
permitía andar por el enorme dolor.
En
aquel momento se lanzaron los moros a coparnos, yo imposibilitado quedé
rezagado, temiendo lo peor, que me capturasen. El sacerdote se dio cuenta de mi
difícil situación, y sin importarle las balas ni las explosiones que caían a
nuestros pies, se puso a auxiliarme y con las fuerzas que Dios le concedió para
una buena acción, me echó sobre los hombros, desafiando a la fusilería que se
ensañaba con nosotros, y ello me libró de una muerte segura.
El
comportamiento del Páter no se limitó sólo a mí. En lo más duro de los ataques
estaba en todos sitios. Estábamos admirados de su generosidad y valentía, ya
que su vida estaba en constante peligro.
Yo
le debo la vida, pero otros el consuelo de sentirse asistidos en aquellos
momentos de graves peligro.
Prescinda
si quiere de hablar de nosotros, pero por Dios que conozca España la abnegación
que emana del alma de este ministro de Dios…
(“La Verdad ”, Murcia, 17 de
diciembre de 1957)
El
coronel capellán Pablo Cabrera es ante todo y sobre todo una admirable persona,
con un corazón tan grande como su cuerpo, un ejemplo vivo de lo que muchos
deberíamos ser, puesto que Pablo Cabrera es un hombre al que no le ha importado
nunca ni las condecoraciones ni las estrellas, solo le interesan las personas,
sin distinción de ninguna clase, como lo avala que con todos los paracaidistas
que le conocen, especialmente de
la Campaña de Ifni, sienta por él verdadera veneración, en una palabra: Le quieren.
la Campaña de Ifni, sienta por él verdadera veneración, en una palabra: Le quieren.
Entre
sus muchas condecoraciones destacan dos cruces al Mérito Militar, otra del
Mérito Naval, cruz y placa de San Hermenegildo, Mérito aeronáutico, Medalla de
Ifni-Sahara, Medalla de Sufrimientos por la Patria (herido en lanzamiento paracaidista), y
fue provicario general castrense, así como ponente de la Comisión de las Reales
Fuerzas Armadas, que presidió S.M. el Rey de España.
El
periodista “Yale”, en el diario “Madrid”, escribía en Ifni:
“…El
padre Cabrera es un soldado sin fusil".
Un
soldado que ha cambiado la metralleta por el crucifijo. Un valiente
paracaidista. Un hombre sencillo.
Un
héroe, y el capellán decía:
"no
me importa morir si mi sangre sirviera para hacer honor a mi España y a mi
sacerdocio, por ésta y aquélla lo daré todo si es la voluntad de Dios”.
Antonio
Herrero Andreu.
Publicado
en “El día” el 31 de mayo de 2003
Fuente: Revista Boina Negra 248/2007