jueves

El accidente de un Junker

 

Foto aérea de los aviones Junker operativos en Ifni.



Imagen de la comitiva asistente al entierro de los accidentados.



El cabo primero Ángel Canales López recibe (una vez repuesto de las heridas), 
             la Medalla Militar Individual en reconocimiento de su heroico comportamiento
 durante el accidente que a continuación es relatado.




EL ACCIDENTE DE UN JUNKER.

Un relato inédito para este blog, del veterano paracaidista José Luís González Vicente del accidente de un Junker "causante" de que el cabo Ángel Canales López se convirtiese en un héroe paracaidista español.

La estancia de los Paracaidistas en Sidi Ifni desde el principio, no estuvo exenta de hechos desgraciados e importantes, solo superados por la fe en sí mismos y en lo que representaban de cara a España.

El 8 de Mayo de 1957, se había programado un salto de entrenamiento sobre Tiliuin, en el que debían participar, entre otras, una patrulla de la 9ª CIA.

Las condiciones reinantes en el aeródromo de Ifni, eran buenas para despegue de los aviones, con una visibilidad que oscilaba entre 4 y 5 Km, las nubes situadas a 500 m. de altitud y una fuerza del viento de 12 nudos.

El Jefe de pista, teniente Gustavo Calvo Goñi, dio las órdenes pertinentes para que se iniciara.

El Junker52, se hallaba situado en un extremo de la pista, con sus motores funcionando a pleno régimen. La tripulación sólo esperaba que la patrulla paracaidista se acomodara en los bancos laterales para iniciar el vuelo, pero la operación requería su tiempo, pues los soldados iban muy cargados con sus paracaídas ventral y dorsal, así como con todo su armamento portátil y, además, el veterano avión no se caracterizaba por su holgura precisamente.

La patrulla, al mando del teniente José Cañadas Armengol, estaba formada además por los cabos 1° Ángel Canales López, Juan Vargas Muñoz y José Cuesta Manzano; los cabos José Álvarez Cortón, Santiago Santos del Bosque y Luis Cobos Hidalgo; los soldados Carlos Ramos Suárez, Diego Fernández Rodríguez, José Apolinar Zúñiga, José Benítez García, Manuel Tabares Vargas y José Gómez Pazos.

Como siempre el soldado Marciano Fernández Mayoral era de los últimos en subir por ser de los primeros que debían saltar, sentándose al lado de la puerta.

Cuando parecía que el despegue era inminente el comandante de TIRADORES DE IFNI, Agustín Fernández Escuin, llegó presuroso, solicitando al jefe de la patrulla permiso para subir a bordo, pues quería aprovechar el viaje hasta Tiliuin para reunirse con sus hombres.

El teniente Cañadas accedió de buena gana y, toda vez que el avión iba al completo, ordenó a Marciano Fernández que estaba al lado de la puerta, que dejara su asiento al comandante. El soldado acató la orden con resignación, a pesar de saber que ello le impedía anotarse un nuevo salto en su cartilla, sin saber que probablemente le acababan de salvar la vida"'.

A las 9,15 horas el avión inició la maniobra de despegue. Poco a poco el aparato fue cogiendo velocidad hasta que, al llegar al extremo de la pista, se elevó pesadamente en dirección a la playa.

En la pista el teniente Calvo Goñi iba a dar por terminado su trabajo cuando, de pronto, observó que el aparato iniciaba una extraña maniobra: virando en dirección oeste-este el « Junker» tomaba de nuevo la dirección de la pista que acababa de abandonar hacía apenas unos minutos. De su motor izquierdo se escapaba una gran humareda negra e iba perdiendo altura a gran velocidad. El avión desapareció unos instantes de la vista del teniente y, súbitamente, se oyó un golpe sordo, seguido al instante de una gran llamarada y una espesa columna de humo.

En el interior del aparato el soldado José Apolinar Zúñiga notó como se cambiaba de rumbo, al ver la tierra por su lado izquierdo, pero toda vez que la tripulación no daba señales de alarma no le concedió la mayor importancia, hasta que notó un fuerte golpe que, por fortuna, no le hizo perder el conocimiento.

Por su parte Santiago Santos del Bosque recuerda no haber notado nada anormal en el despegue del avión, pero que al mirar por la ventanilla vio que el alerón izquierdo iba muy cerca del suelo, no dando gran importancia a este detalle hasta que a los pocos segundos el avión chocó contra suelo, perdiendo el conocimiento a causa del golpe pero recuperándolo a seguido y saliendo por su propio pie del avión.

La tragedia se había consumado. El aparato yacía en el suelo convertido en un amasijo de hierros retorcidos, presa de las llamas, que encerraba en su interior, por igual a muertos y heridos.

Nada más despegar se produjo un fallo en el motor izquierdo: el piloto realizó una maniobra para regresar al campo, pero el avión se estrelló contra el suelo. Los paracaidistas no pudieron saltar del avión, porque no tenía altura. Impactó contra el suelo y todo el avión estalló en llamas.

Las municiones que transportaban los paracaidistas estallaban a causa del calor, haciendo aún más peligroso si cabe cualquier intento de rescatar a aquellos pobres desgraciados.

Mención especial mereció el comportamiento del cabo 1° Ángel Canales López que, pese a resultar herido de consideración, se hizo inmediatamente cargo de la situación una vez pudo escapar de entre los restos del aparato.

En un primer momento vio al legionario Diego Fernández Rodríguez, que se encontraba tendido en el suelo, junto a la puerta del avión, sujeto por los cordones del paracaídas que le impedían alejarse del mismo. Tras sacarlo de entre las llamas lo dejó en lugar seguro, dirigiéndose de inmediato a socorrer a Carlos Ramos Suárez que estaba siendo devorado por las llamas y, ayudado por Apolinar Zúñiga, lo apartó del peligro.

Por su valor y desprecio del peligro, fue condecorado con la Medalla Militar Individual, la primera que se concedía a un paracaidista.

Estuvo 103 días en el hospital. Se pensó que iba a quedarse ciego, y que, probablemente, moriría? pero no ocurrió así: salvó su vida.

Desgraciadamente el valor de estos hombres y otros más que no dudaron en arriesgar sus vidas por salvar las de sus compañeros, no pudo impedir que ocho paracaidistas encontraran la muerte.

Eran el teniente Cañadas; los cabos Juan Vargas, Luis Cobos y José Cuesta, y los soldados Carlos Ramos, José Benítez, Manuel Tabares y José Gómez. También fallecieron el comandante de Tiradores y la tripulación del avión.

El paracaidista Alfredo Prieto Villota, fue uno de los más afectado anímicamente por el suceso.
Un accidente al tomar tierra en uno de los altos rutinarios, le había llevado al Hospital y se encontraba de baja.

A las 9,30 de la mañana se oyó un gran ruido al extremo sur del campo de aviación.
(.... Desde la puerta del cuartel vimos una gran columna de humo elevarse.
 (.... El avión siniestrado ¡Era el que a mí me hubiera tocado para saltar!


¡ Un recuerdo emocionado a nuestros compañeros fallecidos en el accidente !

Jlgv