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Capitán Pedrosa





































Un relato de José Luís González Vicente. Veterano paracaidista en la Guerra de Ifni.



Cuando el fuego del enemigo arreciaba y la duda comenzaba a mostrarse en nuestros rostros, surgió la figura del capitán Prudencio Pedrosa Sobral que con un gesto rayano en la inconsciencia, pero digno de los viejos africanistas del Rif, dio nuevos ánimos a sus jóvenes paracas.

No hace falta echar mano de ningún libro. Estábamos allí, pegados a él, por cierto.

Comenzó a pasearse por delante de los parapetos de piedras con su varita mágica, que era una caña de bambú con guarnición, creo que de plata, que siempre llevaba, arengando a todos. Fuimos testigos de cómo una ráfaga de ametralladora le levantó polvo de los pies, y el “ tío” apenas hizo un ademán de quitarse el polvo.

El comandante Soraluce, viendo el cariz que tomaban los acontecimientos, decidió que lo más sensato sería abandonar cuanto antes el Mesti, so pena de que el enemigo consiguiera concentrar más efectivos y acabara él mismo cercado con toda su Bandera.

Dice “En la oscuridad y completo silencio nos fuimos replegando sin que se diesen cuenta y volvimos a Biugta sin una sola baja. Resumen del día primero, 26 kilómetros de marcha, de ellos 12 kilómetros combatiendo sin parar”.
“Me encontré con la papeleta que desde una altura, Yebel Busgadir, nos sacudían a placer con unas diez o doce ametralladoras, pedí enlace a los aviones y después de un poco de bombardeo aéreo y morteros, nos lanzamos de nuevo al asalto, al vernos ir en serio, huyeron y asómbrate, sin una sola baja por nuestra parte, ocupamos el reducto enemigo más importante de la zona centro, aquí dormimos la noche del día 2 al 3. Resumen unos 18 kilómetros y otro combate»

Fue la 2ª Cía. del teniente Cassinello la que dio el asalto al Yebel Busgadir. El hecho de que fuera siempre ella la encargada de las misiones más complicadas tiene una explicación muy simple: en toda la 1ª Bandera era la única compañía que estaba al completo y con soldados veteranos, pues la lª Cía. solo tenía un montón de novatos, la 3ª Cía. no contaba más que con un puñado de cabos y sargentos, que no podían ser empleados como carne de cañón pues se los necesitaba para poder encuadrar a nuevos voluntarios, la 4ª Cía. era de plana mayor y la 5ª Cía. de armas pesadas.

Una vez más los moros habían rehuido el combate, y lo que el comandante Soraluce califica de fuga no era más que la aplicación de la táctica guerrillera de escabullirse cuando el enemigo es superior.

La jornada del día 3 de diciembre transcurrió en medio de una relativa tranquilidad, tras la intensa actividad de los dos días anteriores. Nos dedicamos a descansar por una parte y a fortificar y consolidar la posición de Biugta pues el comandante, que ignoraba que el previsto salto de la Agrupación B había sido suspendido, se disponía a proteger la retirada tanto de aquélla columna como de la que mandaba el teniente coronel Maraver.

Se recibió un radiograma procedente de Sidi Ifni disponiendo que la 3ª Cía regresara de inmediato a la capital para incorporarse a una columna que debía operar al norte del territorio.

Al capitán Quintas le dolió en el alma tener que mandar a sus hombres que se pusieran en marcha. Sabía que el esfuerzo físico exigido a la tropa era excesivo, y que la Bandera estaba derrochando sus energías en continuas caminatas bajo un sol de plomo, pero una orden era inapelable y había que cumplirla, así que él fue el primero en coger el casco y ponerse en marcha.
Pero las penalidades de la 3ª Cía. no acababan allí, pues tan pronto llegaron a la capital se enteraron de que la misión para la que habían sido llamados se había suspendido, y que ahora debían regresar otra vez a Biugta escoltando unos camiones de abastecimiento.
Una vez más la falta de algo tan indispensable como una radio por compañía, cuando lo normal en un ejército moderno es una por sección, iba a ser la causante de que unos soldados derrengados tuvieran que realizar un esfuerzo suplementario e inútil, puesto que no se pudo avisar al capitán Quintas de que la operación prevista había sido anulada hasta que no llegó a Sidi Ifni.


Dice Saraluce: “Pero a la caída de la tarde me avisan por radio con urgencia que deje una compañía en Biugta y que, a la máxima urgencia, vaya a Anamer (hacia el Sur) para proteger la espalda de las columnas A y B, que al parecer el enemigo pretende copar. Subimos de noche (bendita luna) y por barrancos, entre terreno enemigo, llegamos a Anamer al amanecer.”

Efectivamente, la “tripada” de tirar parriba fue espantosa. Aquella maldita pendiente no se acababa nunca y, aunque había luna, los pinchazos contra cardos y tabaibas eran abundantes, con los juramentos propios que todo el mundo se puede imaginar.
Resumen día 3 de diciembre de 1957: Unos 16 kilómetros sin combate, pero metiéndonos cada vez más en terreno enemigo. Ya veremos como salimos de esta.

Fue la 3ª Cía. la del palizón de andar hasta Sidi Ifni y vuelta, la que se quedó en Biugta mientras el resto de la Bandera fue hasta Anamer.

El 4 de diciembre se procedió a ocupar el morabito de Anamer, con lo que quedó despejado el camino para la columna del coronel Maraver que venía con los supervivientes de Telata y Tiliuin.

El encuentro entre nosotros los hombres de la Primera Bandera y los compañeros de la 7ª Cía. fue muy emocionante. Unos y otros teníamos muchas cosas que contarnos, pero fueron los supervivientes de la 3ª y 7ª los que más atrajeron nuestra atención.

Todos estábamos ansiosos por saber cómo había transcurrido el cerco, o en que circunstancias encontró la muerte el teniente Ortiz de Zárate, pero bastaba con ver la cara de los que llegaban o echar un vistazo al camión de los cadáveres para darse cuenta que sobraban las palabras. El alma se encogía. ¡ No hay derecho a esto!. Las lágrimas están prestas a brotar! ¡ Los paracas, también lloran!.

Día 4 de Diciembre de1957.

La 1ª Bandera quedó en Anamer para cubrir a los que se retiraban, formando una especie de tapón que contuviera al enemigo en sus intentos de presionar a los que retrocedían. La decisión del mando fue acertada, pues aquélla misma noche se produjo un ataque de tanteo que sembró cierta confusión en nosotros, pobres reclutillas metidos en esta guerra.
El propio comandante Soraluce, relata así los sucesos de aquélla jornada:

“Día 4. Ocupo Anamer y todos los montes de los alrededores, con lo cual una pequeña caravana de camiones puede pasar hacia Ifni, retirando los liberados de Tiliuin, Telata de Isbuía y heridos y muertos de las columnas A y B, entre ellos Ortiz de Zárate. Hago noche en Anamer. En una alarma de noche, entre bombazos de mano, cae herido el teniente Arribas, posiblemente de una bomba de mano nuestra mal lanzada”