lunes

Soldado del Soria 9 en Ifni 1957/58



Yo fui un soldado del SMO.

Como complemento a los actos que Adolfo Cano Ruiz prepara estos días en recuerdo de la guerra de Ifni-Sahara 1957/58.

Es necesario actualizar aquellos sucesos para aclararles las ideas a los políticos.

Entrar en el blog de Adolfo Cano Ruiz para informarse del evento:
                               


Unas declaraciones de Diego Sánchez Cordero:

"La foto no es la de un niño vestido de soldado, es la de un soldado de verdad, del año 1957. De un combatiente en una guerra escondida en lo más profundo del olvido. Negada en los documentos oficiales, y ni siquiera la historia está segura que aquellos hechos ocurrieran. Sin embargo, es un doloroso recuerdo para los soldados que participaron en el conflicto armado del África Occidental Española. Unos, dejaron allí sus vidas; otros, la salud; otros, volvieron con el ánimo dañado.
 ¿Qué consecuencias tuvo para el niño de la imagen aquella contienda? 
¿Curó el tiempo sus heridas o, a pesar de los años transcurridos, siguen sangrando? 
Además, seguro que ha convivido con el incurable e invisible fantasma del daño psíquico. 
Pobre soldado, que ni su entrega ni su patriotismo merecieron algún reconocimiento.

Lejos quedan los recuerdos de los años 1957-58 en Sidi Ifni 
¿Quién se acuerda ya de aquellos soldados mal vestidos, mal calzados, hambrientos y sedientos, luchando en un territorio extraño, por unas razones desconocidas?
A consecuencia del estampido de un morterazo caí enfermo.
Estuve ingresado en el Hospital Militar de las Palmas de Gran Canaria, evacuado de Sidi-Ifni. 
Los primeros días los pasé tendido en una colchoneta, en el suelo del salón que habían habilitado como sala para los enfermos que iban llegando de Ifni y el Sahara. 
El salón se encontraba rebosando de soldados heridos o enfermos. De cuando en cuando pasaba un médico o enfermero, aplicaban un calmante y desaparecían. Al cabo de unos días se normalizó la situación, nos instalaron como buenamente pudieron, repartiéndonos por todo el Hospital. 
No curaban nada, te guardaban en depósito hasta que podían deshacerse de ti. Allí, o estabas herido o tenías reuma, y los reumáticos tenían todos el mismo tratamiento.
En una ocasión hablamos por teléfono para la radio bajo la vigilancia de algunos oficiales, que nos indicaban lo que podíamos decir. Fue muy divertido, todos contamos lo mismo, todo era bueno, bonito y los jefes nos querían mucho. En ningún sitio hubo guerra, sólo fue una bronca, y los soldados morían de risa, por lo divertido que era todo aquello. La censura no existía, si las cartas se perdían, la culpa era de correos.
Cuando salí del Hospital me instalé en el Cuartel de Transeúnte Militar, posada para los soldados de paso. Me dieron un trozo de manta, y el lugar en el suelo que quisiera para dormir. 
Lentejas recalentadas en casi todas las comidas, y paseos, muchos paseos, como si hubiera digestión que hacer. De los huéspedes diré que los había de muchos Cuerpos del Ejército, aunque la mayoría procedían del África Occidental Española. Muchos Legionarios y muchos miembros del Batallón Disciplinario, algunos ya viejos, participantes en la Guerra Civil. No eran malos chicos, eran, en muchos casos, lo que las guerras habían hechos de ellos, héroes de la supervivencia, mártires de la sinrazón. Guerras ganadas o perdidas, desatinos humanos.
Nos encontrábamos en cola delante de la oficina donde el Cabo Furriel repartía el pan. De pronto sonó un tiro dentro de la oficina, nos lanzamos en tropel a la puerta, y cuando quedó abierta, se ofreció a nuestros ojos el espectáculo del Furriel tirado en el suelo del pasillo, en un gran charco de sangre y un fusil a su lado. ¿Por qué? ¿Qué había pasado por su cabeza? Así, ya nunca podría solucionar sus problemas.
Muchas cosas vividas, algunas para contar, otras, para callar, porque no siempre la realidad coincide con el recuerdo. Y cuando se trata de informe oficiales, no ocurrió lo que vistes, sino lo dicen los papeles. 
Quince o veinte días después embarqué en el Plus Ultra con rumbo a Cádiz. Viajé con un pasaporte militar y 9 pesetas, del llamado socorro, para comer durante la travesía. En 3 ó 4 días me encontré en la Península, en el mismo puerto que me vio partir hacía un ignorado, para mí, destino. 
¡Qué diferente la marcha al regreso! Marché con la incertidumbre de lo desconocido, y al mismo tiempo la ilusión de la aventura y lo nuevo, y regresé con el cuerpo vencido y el alma llena de heridas, envejecido y la vida rota. 
Sin embargo, la aventura continua, fin de un capítulo y principio de otro".

Del blog CACHOS DE VIDA de Diego Sánchez Cordero




EN UN LUGAR DE ÁFRICA.
Publicado en CACHOS DE VIDA el 30 de abril de 2012


"No todos los episodios de la vida los borra el tiempo. Siempre quedan restos que se resisten a morir del todo. Y son pequeñas cosas dentro de un contexto importante, las que vienen con más claridad y frecuencia a la memoria. Quizás sea por eso, que no se me olvidan hechos insignificantes de mi paso por la contienda bélica que habría de marcarme para toda la vida. Son los recuerdos del día a día de un soldado perdido en una tierra que nunca sería suya. De un héroe anónimo, de esos que pasan desapercibidos, que ni siquiera los tiros de su fusil suenan. De un mercenario en un ejército regular, pagado con tres pesetas por jornada. Con el deber de obedecer y morir y soñar cuanto quisiera. Y cantar o que te cantaran canciones patrióticas, a una caja envuelta en una bandera. Son las cosas que pienso hoy, impulsado por aquellos remotos recuerdos. Entonces mi vida era más simple, más insignificante, más monótona…Pero con muy escaso valor. Trascurría entre caminatas, trincheras, guardias y tiros; entre cantimploras sin agua y latas de sardinas; entre mosquitos y pulgas; entre partidas de cartas, borracheras y putas militarizadas. Y las misas de campaña y las confesiones tras una piedra ¡Son tantas las cosas que pasaron y que nunca se contaron! ¡Son tantas las que se dijeron y nunca ocurrieron! ¡Son las verdades de las guerras! ¡Las mentiras de los documentos oficiales! Datos para estudiosos e historiadores. Las guerras siempre se pierden. Esta se perdió, y también el lugar que ocupábamos en otro continente".