Según un escrito de José Saura Rizzo.
En su interior teníamos un recinto llamado "picadero", pues en
realidad fue el picadero del cuartel de caballería que había sido aquello
anteriormente. Recinto donde los militares picaban o domaban los caballos. Era
una nave espaciosa y cubierta, con ventanas en partes altas, suelo de arena y
un gran portón, donde dábamos clases de teórica y tablas de gimnasia los días
de lluvia. En otros momentos era galería de tiro donde los jefes, oficiales y
suboficiales hacían prácticas instalando dianas sobre cajones llenos de arena
apilados en uno de los fondos, concretamente el de la derecha visto desde la
puerta.
Por tener el suelo de arena era el lugar idóneo donde practicar lucha libre a
la que éramos aficionados un grupo de compañeros. En una ocasión, el comandante
Pallás al que le gustaban las artes marciales ( se decía que era "cinturón
negro" de alguna que otra disciplina ), que se encontraba allí practicando
lucha y defensa personal con cuchillo en la mano, me eligió, para que otro
descansara, y me puso un cuchillo en la mano diciéndome que atacara a su
cuerpo, y claro, le ataqué pero desviando el cuchillo para no herirle,
gritándome entonces: si no me tiras a dar te meto diez días de prevención. Le
tiré a dar pero, con una habilidad pasmosa, me desarmó y neutralizó
inmediatamente. ¡Menudo era con estas prácticas! Por supuesto que no me
arrestó. Las duchas que usábamos los de la 7ª Cia., las teníamos debajo de
nosotros, en la planta baja. Era un túnel con forma de herradura, de poco más
de un metro de ancho, con chorros de agua a presión en todos los sentidos,
hasta desde abajo hacia arriba. Te mojabas entero. Por allí teníamos que pasar
en tromba y en el menor tiempo posible; dos veces, mojarnos para enjabonarnos y
la segunda para enjuagarnos, pero lo curioso, gracioso y grotesco era la
postura que adoptábamos por el interior del túnel; formábamos una pronunciada
curva convexa por delante y cóncava en la trasera, pues ninguno queríamos que
el de atrás nos rozara con el "rabo".
Siguiendo por el cuartel de Lepanto, recordarán conmigo los más veteranos,
dónde estaban las cocinas y la leñera con nuestra "chita" atada sobre
los leños. Era en un callejón entre "el picadero" y la nave central,
callejón en el que también estaba la peluquería. Por la parte delantera, que
daba al Patio de Armas, estaba el botiquín y consulta médica además de la Compañía administrativa,
y en la parte superior se alojaba la compañía de reclutas-aspirantes, donde yo
estuve desde el 17 de Mayo del 56 hasta que marché a Alcantarilla. Al regreso
me incorporé definitivamente en mi 7ª Cia.
Una de las escenas que quedaron muy bien grabadas en mí fue ver al pelotón de
castigo entre la cocina y la leñera, formados en fondo de a tres, donde cada uno
sostenía el plato de comida en una mano y la cuchara en la otra, comiendo a
paso ligero sin avanzar en el suelo. En Sidi Ifni vi al pelotón en trabajos
duros, pero comían sentados en el murete. Del pelotón se hablaban cosas peores,
pero yo no llegué a verlas.