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El pater Cabrera en Ifni

Por José Luís González Vicente. 

 Una edad de veintidós añitos, haberte escapado de casa, apuntado a las Banderas Paracaidistas y verte en Ifni en misión de Guerra, sin haber visto un fusil en toda tu vida, eran motivos más que suficientes para “pasar” del tema religioso, de la trascendencia del hombre “ y todo eso”. 
 Pero............ allí estaba un hombre, Teniente Paracaidista que se distinguía de los demás por el atuendo y cometido. Era el Capellán D. Pablo Cabrera Arias, un tío echado palante, siendo un adelantado que un día dijo a los paracaidistas: "Muchachos, tened cuidado, no sea que de tanto bajar del cielo se os vaya a olvidar la forma de subir a él ". 
Por eso, creo que sería una tremenda injusticia olvidarnos en los días de su excelente labor desarrollada en Ifni, ayudando a todos en los momentos más graves, estando allí donde quedaban tendidos sobre el terreno nuestros compañeros heridos, poniendo bálsamo de paz y tranquilidad cuerpos y almas a muchos de nosotros. 
Vayan pues, para Vd. Padre Cabrera, aún vivo gracias a Dios, estas líneas de un paraca excombatiente, que una vez se confesó con Vd. en un almacencillo del patio de entrada del acuartelamiento, y no me echó la bronca ni nada, a pesar de lo que le dije. 
Desde muy joven pude comprobar la gran labor, por desgracia poco conocida y también poco valorada, de los sacerdotes; una labor callada y silenciosa que no goza de grandes titulares entre otras cosas porque ellos huyen de la publicidad, se limitan a servir al prójimo sin ningún tipo de interés, porque con toda certeza, hay gran razón en aquella frase: "...(la fama es la calderilla de la gloria”). 
Un altar que llega donde el cielo: Puedo afirmar que siento un inmenso orgullo y me siento honrado de ser amigo, me considero como tal, del hoy coronel capellán paracaidista Pablo Cabrera Arias. 
Como persona se merece el calificativo de "gran" y como ministro de Dios, un verdadero ejemplo, como lo avala el enorme cariño que cientos y cientos de paracaidistas sentimos por el "Pater Cabrera ", como cariñosamente le conocemos. 
Atrás quedan los más de cincuenta años cuando en aquellas tierras de Ifni, el entonces joven teniente paracaidista, capellán de las Banderas Paracaidistas, acaparaba páginas de prensa y revistas por ser una auténtica revelación: el primer sacerdote paracaidista que saltaba desde los viejos "Junkers". 
Los elogios a este sacerdote quizás cobran mayor grandeza cuando se reflejan en los medios de comunicación y lo ratifican las plumas de prestigiosos periodistas, como fue este artículo: "...El padre Cabrera es considerado, porque lo creían o creen, nacido de un dios o diosa. 
Nada tiene que ver con idólatras o politeístas este "héroe" con sotana es el Pater Cabrera, y para él su ídolo son los semejantes y, en cuanto a Dios, sólo conoce uno. Para él los soldados son de España y el capellán es soldado de Cristo. Las armas de los valientes soldados son fusiles o metralletas. Las armas de un sacerdote, el breviario y un crucifijo...". ("El Noticiero Universal", 13 diciembre 1957). 

El primer salto. Aquel memorable día en que el padre Cabrera, entonces un joven teniente capellán, realizó su primer salto paracaidista en la Escuela Militar de Paracaidismo de Alcantarilla, fue un 30 de octubre de 1956; allí había mucha expectación por ver a este curita cómo saltaba desde el "Junker", cuando llegó a tierra era recibido por el entonces Tte. Coronel Ignacio Crespo del Castillo, jefe de la agrupación de Banderas Paracaidistas del Ejército de Tierra, y tanto él como todos los paracaidistas presentes, con gran alegría, pronunciaban en alta voz: "¡Es usted un jabato Pater!". 
Cuando se cumplieron los tres años de la creación de las Fuerzas Paracaidistas del Ejército de Tierra, el 23 de febrero de 1957, para dar realce a esta memorable fecha el Tte. Coronel jefe de dicha agrupación de Banderas Paracaidistas ordenó que todos los paracaidistas presentes en Alcalá de Henares se lanzasen, y que en la misma zona el Pater Cabrera oficiara la Santa Misa. 
Lo que nadie se imaginaba era lo que momentos después iban a ver, era algo inédito, y creo que no habla sucedido todavía en ningún lugar del mundo: Todo un altar que cae del cielo. 
Llega el momento del lanzamiento y el entonces Tte. Capellán Pablo Cabrera, se lanza al vacío, pero no sólo con el paracaídas, unido a él portaba en el pecho un "altar portátil". Nada más llegar a tierra, los ojos de los presentes comprobaron que el padre Cabrera montaba el "altar", que era un "neceser con trípode", instalándolo a continuación y allí mismo celebrar la Santa Misa, donde numerosos oficiales y soldados paracaidistas escuchaban con devoción y recibían la sagrada Comunión, los mismos que se hablan lanzado con el Tte. Capellán Pablo Cabrera Arias. 
Salvando vidas en pleno fragor de la batalla. "...El soldado Manuel Perigüeña lo destaca, afirmando que le debe la vida al capellán.... Fui herido en el muslo por una bala sin salida, no podía seguir a mis compañeros. En aquel momento se lanzaron los moros a coparnos, y yo, imposibilitado, quedé rezagado. 
El sacerdote se dio cuenta de mi difícil situación, sin importarle las balas que silbaban y rebotaban a nuestros pies, se puso a auxiliarme y con las fuerzas que Dios le concedió para tan buena acción, me echó sobre sus hombros, desafiando el fuego enemigo que se ensañaba con nosotros y me libró de una muerte cierta. 
El comportamiento del Padre Cabrera no se limitó a mí. En lo más duro del combate estaba en todos los sitios atendiendo a todos; todos estamos admirados de su generosidad y valentía. Yo le debo la vida, para otros, el consuelo de verse asistidos en aquellos graves peligros. 
Prescinda usted, si quiere, hablar de nosotros, pero, por Dios, que conozca España la abnegación que encierra el alma de este ministro de Dios...". (Fernando Ors, "El Alcázar", diciembre 1957). 
El valor y la entrega a los demás del Padre Cabrera, no sólo quedaba patente en el reportaje de este periodista, otro medio de comunicación así lo relataba: "...Agustín García Pérez, un cabo paracaidista de la II Bandera, resultó herido de un tiro en la tibia; él cuenta cosas interesantes y heroicas. 
Tiene el recuerdo emocionado para el Padre Cabrera, capellán de su Bandera. 
En una emboscada del enemigo, caen dos soldados; uno muere y el otro queda herido. Pero al capellán Pablo Cabrera no le amedrenta la lluvia de balas, va decidido a auxiliarles pero el otro es alcanzado por fuego enemigo. 
Es la muerte heroica de un hombre, al cual el heroico capellán quiso salvar el alma y el cuerpo...". (Revista "Fotos", enero 1958). La perfecta imagen del padre Cabrera Arias es un reflejo de este escritor: "...El que vive en su Patria y aprende a conocer a Dios y a sí mismo, no tiene necesidad de buscar nada más...". 
(C. Harvie).*