Hace ahora tres años, escribía esto que suscribo en este momento porque nada ha cambiado.
Sin pretender entrar en consideraciones de por qué antes Francisco Franco sí que fuera merecedor de ser considerado doctor honoris causa por la misma Universidad, y ahora ya no lo es, después de transcurridos 41 años.
Y pensando y extrapolando datos de las extrañas causas de por qué se fueron retirando las estatuas del general y no las de otros políticos, ya sería esto un dato suficiente a mi juicio, para atribuirle verdaderos méritos a Francisco Franco Bahamonde.
Ahora, el iluminado rector, debería salir a la palestra teniendo en cuenta que la Universidad de Santiago es una Universidad con más de cinco siglos de vida y que no obstante, siempre ha debido sentirse orgullosa de su dinamismo y de su carácter emprendedor, que la han hecho ser también una Universidad moderna.
Un imprescindible comienzo, muy propio, que le define políticamente hablando, sí señor, como al del viejo estilo de un presidente de Gobierno que, apoyado en un irrefutable Real Decreto rechazó nuestro título y nos desposeyó de pertenecer al Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria; o del presidente de Gobierno de ahora, mandando regresar urgentemente a las tropas españolas de Irak, por estar “aquello” en su propuesta electoral, pero continuando la aportación de vidas, brazos y piernas de soldados españoles en guerras ajenas en cualquier otra parte del mundo, sin pensar ninguno de los dos presidentes con sucesivos ministros de defensa a cual más inepto para esa alta función, que el lugar más adecuado para estar reunidos los mutilados de guerra o accidentales, era en el extinguido Cuerpo de Mutilados.
Me tiemblan mis piernas, incluida la ortopédica que malamente sustituye a la perdida en Sidi-Ifni en acto de servicio a España, permitiéndome señalar que ojala mi adscripción honorífica al Tercio “Juan de Austria” 3º de La Legión, y mi título de Cazador Paracaidista, no le suceda como al título de Caballero Mutilado de Guerra por la Patria, que conservo enmarcado, aunque sea un papel mojado y que en pasados algunos años, o pasado mañana quién sabe, no se vean rechazados por orden de algún que otro iluminado, como los anteriormente citados, que como ahora un nuevo rector, ha rechazado el título de “doctor honoris causa” a Francisco Franco por la Universidad de Santiago.
Seguramente que una vez que yo me muera, me seguiré y para siempre, igual que lo estoy haciendo ahora mismo, removiéndome de rabia en mi tumba al percibir que en España y después de tantos años, todavía quedarán por ahí desperdigados muchos individuos enfermos de odios mal curados, y por lo que veo y percibo ahora mismo, irreconciliables de por vida.