ACTO EN EL DÍA DE LA CONSTITUCIÓN
Santiago Abascal: "¡España
somos todos!"
Discurso íntegro de Santiago
Abascal en la plaza de Colón de Madrid en el acto convocado por Denaes con
motivo del aniversario de la
Constitución.
Compatriotas:
¡España somos todos! Formamos
parte de una Gran Nación.
Habéis respondido al llamamiento
de la Fundación
para la Defensa
de la Nación
española. Gracias, en el trigésimo cuarto aniversario de la Constitución de 1978.
Es un orgullo ver ondear nuestra
bandera.
Miles de nuestras banderas. Es un
orgullo estar junto a vosotros hoy y aquí. En el inicio de algo grande.
Dijo Unamuno, y yo quiero y puedo
repetirlo hoy: “Yo soy vasco y, por eso, doblemente español”.
Y por eso me permito la licencia
de comenzar hoy una proclama de 1808: la de los vascongados a los demás
españoles, en el contexto de la
Guerra de la
Independencia , para -reformulada- dirigírosla hoy a todos
vosotros.
Así decían entonces los
vascongados: “Españoles; somos hermanos, un mismo espíritu nos anima a todos. Aragoneses,
valencianos, andaluces, gallegos, leoneses, castellanos, (catalanes) todos
nombres preciosos y de dulce recuerdo para España, olvidad por un momento estos
mismos nombres de eterna memoria, y no os llaméis sino Españoles”
Amigos: Hemos venido hasta aquí
para defendernos. Para defender un valor que atesoramos desde hace siglos y que
nos ha sido legado: la unidad de la
Nación española.
Hace pocos meses aun se nos
caricaturizaba a todos nosotros, -a todos vosotros-, como “los del España se
rompe.” Nos llamaban agoreros, nos llamaban fatalistas. Ojala hubieran tenido
razón. Pues bien, ya nadie puede reírse, ya nadie puede hacer chanzas, porque
ya están llamando a la puerta los que quieren romper España. Ahora ya no se
puede discutir si el peligro para la unidad de España es de mayor o menor
gravedad, porque sabemos que es gravísimo.
Sin embargo, muchos españoles de
buena voluntad, -por pereza, por educación, por ceguera o por el deseo de
esquivar disputas- aun no le dan a este órdago, -que está sobre la mesa-, la
importancia que tiene, ni se dan cuenta de sus consecuencias.
Algunos –incluso- infravaloran la
capacidad disolvente y dañina del secesionismo, lo que es -a todas
luces-incomprensible, porque los adversarios de la unidad están bien organizados
y son muy visibles desde hace décadas. Están bien financiados con nuestros
propios impuestos, asistidos por la poderosa arma de la educación, una
educación adoctrinadora, y una doctrina falseada, que no han dudado en usar
contra España, contra su realidad histórica, contra su democracia, y contra su
proyecto común. Disfrutan sin disimulo de los potentes altavoces que les dan
"los medios de comunicación del editorial único", herramienta
indispensable de ese régimen que se ha sublevado contra España.
Otros españoles
bienintencionados, -por cansancio, por hartazgo-, han caído en la trampa de los
separatistas; ¡Cuántas veces no hemos oído! , cada vez con mayor insistencia
(incluso entre nuestros propios amigos) esa frase fatal y derrotista: “¡que se
vayan, que les den la independencia!”. Si precisamente los nacionalistas
quieren imposibilitar los afectos entre los españoles, borrándolos de un
plumazo. No caigamos en su provocación permanente. No nos permitamos entrar en
su juego. ¿Cómo íbamos a permitir eso? ¿Cómo vamos a aceptar que se vayan solo
por no oír a los cabecillas separatistas?
¡Mirad este árbol!, símbolo de Denaes,
en cuyo tronco se representa a España y en sus ramas a las regiones. Si la rama
se separa del árbol, el tronco sufre. Pero la rama muere. Y nosotros no
queremos eso. Porque nosotros amamos a Cataluña y al País Vasco precisamente
porque amamos a España.
Y queremos a nuestros
compatriotas catalanes y vascos, y nunca nos permitiremos abandonar a esos
compatriotas a su suerte. Menos aun a los más débiles; aquellos que están
siendo discriminados por el nacionalismo. Porque donde España se ha retirado,
la libertad ha desaparecido !No debemos retroceder!
Conocemos nuestras debilidades. Y
también las de los enemigos de la unidad. Pero igualmente conocemos algo que es
mucho más importante: nuestra fortaleza. Nuestra gran fuerza. La solidez de la Nación Española.
España constituye una
poderosísima tela de araña de afectos, interrelaciones y ligazones de todo
tipo. España está mucho más unida de lo que parece, y de lo que les gustaría a
los separatistas. España no se rompe, ni se romperá, gracias a la fortaleza de
la idea de España y gracias a la fortaleza de su realidad histórica. Y España
no se rompe ni se romperá, por los que estamos aquí, decididos a defenderla.
La pretensión de separar al País
Vasco y a Cataluña de su matriz española no es como coser y cantar. España no
es una realidad cogida con alfileres. España no es un mito. España no es una
cáscara. España no es una entelequia. España no es una fantasmagoría como esas
nacioncitas inventadas. Ni una superestructura. España es una gran nación.
La unidad de nuestra Patria se
mantiene y se mantendrá por esa solidez muchas veces centenaria, y no sólo
porque lo digan unas leyes. Y por eso, no se romperá porque un puñado de
españoles hayan elegido el fracasado camino de traicionarse a sí mismos.
Nuestras fronteras llevan siendo
esencialmente las mismas desde hace 500 años Somos el país más estable de
Europa. España es una Nación muy definida y muy formada. Y eso no es por
casualidad. Es porque lo común existe. Además de lo particular, existe el
elemento común. Hay una historia común, una bandera común, un himno común, hay
una lengua común. Y hay unos sentidos y sinceros afectos mutuos entre los
españoles..... y todo ello es precisamente lo que los nacionalistas quieren
borrar y sustituir.
Pero, -aunque conozcamos esa gran
fortaleza de la
Nación Española-, no podemos dormirnos en los laureles.
Nosotros estamos aquí porque somos conscientes de la gravedad de la situación
para la convivencia nacional. Y porque no nos llamamos a engaños sobre las
intenciones separatistas declaradas, de los que han elegido el penoso camino de
ser enemigos de España, de la legalidad, y de la libertad de sus hombres y
mujeres. Y porque queremos seguir mirándonos al espejo cada mañana y que éste
no nos devuelva la imagen de la cobardía, de la impotencia, y del
desistimiento.
Queremos vernos en ese reflejo -y
queremos sentirnos- reconocidos en los mejores valores que hicieron grande,
admirada y envidiada a nuestra nación: la unidad, el honor, la universalidad,
la lealtad, la honra, la gallardía, la humildad, la solidaridad, la hermandad
humana. Queremos ser merecedores de llevar el título de españoles, como un
timbre de honor, pues no otra cosa que un honor es ser español. Y es por eso
que no vamos a tolerar que la unidad de España se precipite por el sumidero de la Historia. Al menos no
lo vamos a tolerar mansamente, y sin ofrecer resistencia, sentados en nuestros
sofás, viendo el televisor. Dejar de luchar no es propio de españoles. Rendirse
no es una opción.
Rendirse no es la opción de un
pueblo por cuyas venas corre la sangre de Blas de Lezo; de Churruca; de los
Héroes del 2 de Mayo, Daoíz y Velarde; de Jaime I el Conquistador, o de Juan
Sebastián Elcano. Rendirse no fue nunca la opción de un pueblo que recobró su
territorio tras siglos de pérdida, de un pueblo cuyos vástagos abrieron camino
de un confín al otro del un mar ignoto en la mayor aportación de España a la Historia Universal.
De un pueblo cuyo imperio nunca vieron juntos ni Grecia ni Roma. De un pueblo
que peleó con uñas y dientes, y que derrotó al invicto Napoleón.
Rendirse no es la opción de un
pueblo que proclamó en el Cádiz sitiado por el más grande ejército de la época,
que la Nación Española
no es patrimonio de ninguna persona, de ningún familia; y de un pueblo que con
audacia impulsó la andadura de la España Constitucional ,
siempre mirando a la hermana Hispanoamérica y apelando a los españoles de ambos
hemisferios. Rendirse no es la opción de un pueblo que en 1978 supo abrazarse
en un gran acuerdo nacional, y supo mirar –con generosidad- por encima de sus
querellas intestinas, tratando de cerrar las heridas de una cruenta Guerra
Civil. Rendirse no es una seña de la identidad que hayamos heredados.
Ahora tampoco podemos rendirnos
ante unos compatriotas equivocados y presos de un auto-odio tan incomprensible
como desgarrador, para nosotros y para ellos mismos.
Hasta ahora no les hemos
combatido, ni les hemos hecho frente como merecían a esos dirigentes
nacionalistas, responsables de haber llevado a su pueblo -confundido y atónito-
a una situación imposible, y de haber iniciado un camino que va a ninguna
parte.
Al contrario, durante décadas
hemos hecho todo lo posible por integrarles en el proyecto común de España. Lo
hemos hecho hasta la extenuación, y sólo hemos recibido su desprecio y su
deslealtad. No se puede integrar a los separatistas; por una razón muy simple:
¡No se puede integrar a quien no quiere ser integrado!
Desde hoy, no vamos a dimitir de
nuestras responsabilidades. Desde hoy no vamos a defraudarnos a nosotros
mismos. Y por eso lanzamos un mensaje nítido a los a los dirigentes
nacionalistas: La
Nación Española , -el territorio español-, es de todos los
españoles sin distinción alguna. Cataluña no es solo de los catalanes.
Pertenece a todos los españoles. Del mismo modo que Galicia no es sólo de los
gallegos. Pertenece a todos los españoles, entre ellos también a los catalanes
y a los vascos.
Porque España somos todos.
Nosotros no somos nacionalistas
españoles. Un nacionalista odia a otras naciones que considera enemigas.
Nosotros amamos a España, y España es sinónimo de universalidad. Lo hemos
demostrado en nuestra Historia.
Además el nacionalismo
fraccionario busca crear una Nación despedazando otra. España no necesita eso
porque ya es una Nación. Los separatistas son nacionalistas. Nosotros somos,
sencillamente, españoles. Y como tales, somos poseedores de una herencia
excepcional.
Tenemos la obligación de preservar
esa herencia; y tenemos el reto de engrandecerla, para entregársela intacta a
las generaciones del futuro, que tienen a su vez la esperanza legítima de
recibir mejorado ese legado extraordinario que se llama España.
El separatismo hoy.
Pero hoy el separatismo egoísta,
de vuelo corto, y de minúsculo proyecto, quiere destruir ese legado; quiere
terminar con nuestra unidad y con nuestra universalidad.
No hay derecho. No hay ningún
derecho, de ninguna clase, a hacer lo que están haciendo con España, y lo que
nos están haciendo a los españoles.
Los separatistas apelan
constantemente a sus sentimientos; pues bien, no son los únicos. También los
españoles que amamos a toda España por igual, que apostamos por la solidaridad
y la concordia, -también esos españoles- tenemos sentimientos, además de
poderosas razones, y elevados ideales, de los que carecen aquellos que sólo
buscan la ruptura y la división.
No hay derecho a que millones de
compatriotas se vean obligados a asistir con estupor, incluso con angustia, a este
espectáculo lamentable en el que algunos han convertido el odio a España en una
profesión. A un estado de cosas esperpéntico en el que algunos pretender
ejercer un inexistente derecho de llevarse por separado una parte de la
herencia. A una farsa inaceptable, en la que algunos, -haciendo de su capa un
sayo-, se enseñorean frente a jueces, leyes y constituciones. Pero somos muchos
los ciudadanos que decimos que hasta aquí hemos llegado:
-Que exigimos que se cumplan las
leyes o, -si no-, que se cambien.
-Que exigimos que los
separatistas no ataquen impunemente las libertades y la igualdad ciudadana.
-Que queremos que nuestra unidad
sea preservada como sea necesario.
-Y que vamos dejarnos la piel en
el noble propósito de restaurar los afectos entre los españoles.
Vivimos tiempos de zozobra e
incertidumbre por muchas razones. La crisis económica precipita y hace más
dañino el desafío secesionista de los quieren expoliar el legado de los
ciudadanos de España.
Sin embargo, de la crisis
económica saldremos adelante. Tarde o temprano. Mejor o peor. Pero saldremos.
Porque la crisis material es reversible.
Pero de una crisis nacional, -que
acarree la ruptura de la Nación
y la hipotética secesión de Cataluña o del País Vasco-, nos arrepentiríamos
para siempre, y la lamentarían los hijos de nuestros hijos. Por eso no lo vamos
a tolerar. Porque puede ser irreversible. Tenemos la necesidad de estar unidos.
Tenemos la obligación, y la responsabilidad patriótica, de estar unidos ante
este desafío.
Es verdad que hoy los españoles
tenemos muchas diferencias...pero ¿cuando no las tuvimos? ¿Acaso no ha sido esa
otra de nuestras señas de identidad?
Pero hoy, esas legítimas
diferencias deben ser aparcadas, para defender España todos juntos. Para
defender la unidad nacional.
Porque…
Los del norte y los del sur.
Los del norte y los del sur.
Los del este y los del oeste.
Los de la izquierda y los de la
derecha.
Los que quieren reformar la Constitución y los
que no.
Los que viven holgadamente, y los
que sobreviven con dificultades.
Todos, -sin distinción alguna-,
tenemos que preservar aquello que nos une y que nos permite vivir en paz, en
libertad, y en democracia.
Porque, como dijo Azaña:
"sin Patria, ni hay Republica ni hay Monarquía".
Y añadimos hoy que sin Nación, ni
hay libertad, ni hay democracia, ni hay Constitución. Necesitamos la unidad.
Unidos somos más fuertes. Unidos somos mejores. Ningún español por separado es
mejor que todos los españoles juntos.
Por todo eso estamos hoy aquí; en
este acto de apología del valor de la unidad.
Porque la unidad de España es
moralmente superior a la secesión; del mismo modo que la solidaridad es
virtuosa frente la mezquindad del egoísmo, y del mismo modo que la concordia es
preferible a la discordia y a la ruptura.
España representa todos esos
valores y muchos otros. España es mucho más que una palabra.
España es mucho más que una vieja
Historia.
España es una sólida trama de
afectos.
España es libertad.
España es igualdad ciudadana.
España es solidaridad.
España es universalidad.
España es pluralidad.
Pluralidad que sólo puede existir
en la unidad. España es sólo una.
Vosotros representáis esos
valores....los lleváis en la sangre....los portáis en vuestra cultura.
Ser español no es únicamente un
modo de ser; es un modo de estar en el mundo.
Derecho a decidir
Por desgracia no todos los
españoles lo creen como nosotros lo hacemos. Algunos de nuestros conciudadanos,
-profundamente malintencionados o simplemente errados-, se han convertido en
los adalides de los contravalores de España, en los portavoces de taifas
liberticidas, en los portaestandartes del privilegio y de la desigualdad, en
orgullosos y descarados partidarios del egoísmo, en propagadores de la
discordia y de la mentira, en enemigos de la universalidad.
Y ahora vocean:
Que España no existe, que España
les roba, y que ellos solos tienen derecho a decidir. ¡Mienten!
Al afirmar eso, expolian a los
españoles de un patrimonio que les propio e irrenunciable. Y mienten porque todos
tenemos derecho a decidir. Porque la soberanía nacional corresponde al pueblo
español en su totalidad sin posibilidad de ser fragmentada. Todos juntos, -y de
ninguna manera ellos solos-, tenemos derecho a decidir.
Y no sólo eso. Como Nación
Histórica llevamos ejerciendo ese derecho a decidir desde hace 500 años; y como
Nación política, a través del sufragio, desde 1812; y en democracia desde 1978;
para que ahora algunos pretendan tirarlo por la borda en el plebiscito ilegal
de un domingo cualquiera.
Tal pretensión constituye una
inmensa frivolidad, además una deslealtad incalculable con todos los ciudadanos
españoles. Estamos cansados de su deslealtad y de su mentira.
Pero también estamos resueltos a
que España siga surcando la
Historia , y a que lo haga triunfante, victoriosa, y unida. A
que sea una Nación de ciudadanos libres e iguales; y no de vasallos serviles. Y
a que ocupe el sitio y el lugar de honor que le corresponde en el concierto de
las Naciones.
Para lograr eso sabemos que
nuestros gobernantes se verán obligados a decir basta a los separatistas y a
actuar con determinación y con firmeza desconocidas en décadas. Y estamos
persuadidos de que el pueblo español sabrá comprender, -e incluso aplaudir-,
esa determinación.
Amigos: No os hemos pedido que
vengáis a esta Plaza para desahogarnos, para hacer terapia, o para lanzar
cuatro consignas. Ni siquiera para dar respuesta a otras movilizaciones a favor
de la ruptura. Os hemos convocado a una gran tarea de reconstrucción de España.
A una tarea de restauración de su unidad, de defensa de las libertades, de
defensa del cumplimiento de la Ley
fundamental. Y os convocamos para que os dejéis la piel en la recuperación de
los afectos entre los españoles.
Os convocamos para dejar de lado
nuestras diferencias. Para renunciar a los ajustes de cuentas. Os convocamos
para mirar al horizonte, y para que, entre todos, construyamos un proyecto de
España, en el que se abracen todos los españoles.
Y os hemos llamado para que os
pongáis al frente, a la cabeza, para que seáis la vanguardia del resurgimiento
de la sociedad civil española.
No tenemos excusa. Se lo debemos
a nuestros padres. Se lo debemos a nuestros hijos. Nos lo debemos a nosotros.
Vamos a hacer Historia.
Compatriotas: Uno a uno, todos
somos mortales, pero juntos somos eternos.
!!VIVA ESPAÑA !!