Escrito por:
Francisco Millán Reviriego y publicado en la revista
AMARTE
Es copia dela Web "El Rincón de Sidi Ifni"
Es copia de
Capítulo VII Página 29
“En el mismo momento que
comenzaron los tiros, comenzaron las deserciones de la tropa nativa, más que
deserción fue deslealtad y traición, pasándose al bando rebelde.
Ante el temor de una huída
masiva, el mando decidió apartar del servicio a la mayor parte de ellos. Esto,
hasta cierto punto, es comprensible, porque ni fue la primera vez que el morito abandonaba nuestros ejércitos en
la guerra de Ifni, ni será la última si tenemos que enfrentarnos al ejército
marroquí.
Pero lo que no es comprensible,
lo que no es lógico, lo que es una canallada, es que lo hiciesen también
algunos españoles. El mando estaba sobre aviso de que se estaba intentando
minar la moral de la tropa, y más concretamente de los paracaidistas.
“Noticias recibidas en este Estado Mayor Central señalan que el partido
Istiglal ha hecho circular consignas entre la población indígena del territorio
de Ifni, en las que escuetamente ordenan minar la salud moral y material de los
paracaidistas. Precisan que la población indígena ha hecho caso de tales
consignas y extreman sus atenciones con la tropa paracaidista, invitándoles a
sus casas y procurando sus contactos, habiéndose registrado ya varios casos de
fumadores de grifa entre la tropa de referencia”.
Parece ser que las llamadas a la
deserción fueron escuchadas en
algunos casos concretos, pues en un informe de la
II Bandera sobre el estado del personal, al
15 de septiembre de 1957, se especifica claramente que ha habido seis
deserciones, y lo más grave solía ser que dichos desertores acababan pasándose
al enemigo como lo hicieran dos C.L.P. que se afiliaron al Ejército de
Liberación siendo destinados uno, a la
guarnición de Anya y el otro a la de Buizacaren. Posteriormente hubo más
deserciones en la Bandera
de Paracaidistas. Esto, en un lenguaje que todos conocemos, no es una
deserción, es una vileza, una traición.
Pero de todo esto, los españoles
no se enteraban, como tampoco lógicamente, de la tragedia que estaba ocurriendo
a muchos kilómetros de la metrópoli.
Se obtenía más información de lo
que estaba pasando en Ifni sintonizando emisoras extranjeras como Radio París, la BBC , Radio Budapest, etc. que
a su vez, eran informados por el portavoz del Istiglal, que a las emisoras
españolas, con lo que, naturalmente, la información que recibían los
sintonizadores de estas emisoras extranjeras era sesgada”.
Recuerdo
eso sí, haber llevado varias veces en un talego mi ropa sucia para ser lavada en
la casa de alguna familia indígena en el barrio moro de Ifni. Ese procedimiento
era frecuentemente empleado por los “enlaces” para mantener aseados los
uniformes de sus oficiales. Dos días
después se volvía a recoger la ropa limpia y planchada pagando unas 25 pesetas por
el servicio y en ocasiones, a cambio de una generosa ración de azúcar de pilón en
forma cónica como de bala de cañón que se vendía en las tiendas y que era muy
apreciado por aquellas amas de casa. Otros compañeros se lavaban ellos mismos la ropa en un lavadero existente
en el acuartelamiento. En llegando un momento, se nos prohibió visitar aquella
barriada.
Guardo
en mi memoria muchas anécdotas más y algunas que no se deben contar, pero de
deserciones entre paracaidistas que es lo que yo fui allí, nada de nada.
Pudieran ser como dice el autor, noticias “sesgadas” difundidas por ejemplo por
Radio París.
Puedo
decir aquí que por aquel entonces y por razones políticas, yo tenía unos
familiares en Oran (Argelia) y hasta ellos llegó la noticia de mi muerte, con mi
nombre y apellidos. ¿Cómo supieron los moros que yo había caído herido en el
monte Buyarifen?, misterio. Efectivamente, el servicio de información marroquí debía
ser muy eficiente y con muy mala leche, pero en mi casa en Madrid ya estaban
informados de mi accidente a través del teniente de mi sección D. José Galera,
ya fallecido.
Al
cabo de algún tiempo, tuve que contestar por carta a mis familiares franceses que
yo seguía vivo.