Los que estén libres de buenos deseos desde ahora para un
año nuevo, que tiren la primera piedra contra las decisiones del gobierno de la Nación.
Al finalizar un recuento, o cada principio de un año nuevo, todos los españoles nos
deseamos fraternalmente la paz, el progreso y la felicidad, casi con las mismas
palabras que se dicen al final de las misas; pero en pocos casos son verdaderos esos buenos
deseos.
De vez en cuando se hace una lista de las personas
más influyentes a lo largo de un año,
pero éstos por ahora, y digan lo que quieran,
sirven de bien poco. Si acaso, nos felicitan las Navidades por
televisión.
Las personas que han ejercido una mayor influencia en
nuestras vidas han sido siempre privadas: la madre, el padre, un amigo, o incluso
un profesor, y hasta es posible que fuese un casi olvidado autor, el que
escribiera su libro “Corazón” para todos los públicos en el siglo XIX, mucho
antes de que viniéramos al mundo cualquiera de nosotros.
“La gran revolución mundial de la bondad”, que proponía
Saramago, tiene escasos seguidores. La sugerencia del escritor de comenzar el
día diciendo “voy a ser bueno”, ahora no suscita un gran entusiasmo. ¿No es cierto Sr. Mas?