Todo está, al parecer, preparado por los “talibanes”, para
destruir la inmensa herencia cultural de España. El Teatro Romano de Mérida se
descubrió, según me contaron, enterrado debajo de toneladas de tierras y
desperdicios dejados allí por los “moros” cuando invadieron la Península , siendo al
cabo de los tiempos convertidos en tierras de labor en mitad del campo. Fue por
pura casualidad que un campesino,
metiendo el arado, sacó una piedra plana que se llevó y la colocó como
un peldaño delante de la puerta de su casa. Alguien que no era un ignorante, la
vio y comprobó que era una lápida con inscripciones romanas. De ahí a
desenterrar todo el actual patrimonio histórico conocido en Mérida, sólo
pasaron dos, tres o cuatro siglos.
Parece como si los talibanes de todos los tiempos
quisieron borrar el pasado histórico a base de destruir, enterrar o simplemente
echar al suelo la estatua de Francisco Franco Bahamonde,
pero sin tocar de su sitio la de Francisco Largo Caballero. ¿?
El estudio de los acontecimientos del pasado relativos al
hombre y a las sociedades humanas, es lo que se ha venido en calificar como La Historia y quienes
pretenden destruir la propia historia en la actualidad, como en la más oscura
edad media, deben ser repudiados con la máxima firmeza por todo el pueblo
español, civilizado.
Lo que además ignoran los estúpidos e ignorantes talibanes,
es que ellos pasarán, con más pena que gloria, y después, todas las estatuas y
edificios que destruyan o desmonten, podrán ser reconstruidas piedra por
piedra. Lo peor de todo son los sentimientos y pensamientos de muchas vidas
humanas, que se lleven por delante a su torpe paso talibán. Así se pudran en el
infierno o bien puede ser en la cárcel de Meco. Su trabajo y su ignorancia, no
habrá servido para nada, tan sólo para que crezca en nosotros, al menos en mí,
el más profundo desprecio hacia ellos.
Otros “talibanes” donde vivo, se dedican a pintarrajear
con graffitis las paredes de un Centro escolar. Darán trabajo a los pintores.
Qué lejos estamos de aquellos tiempos en que se premiaban
a los pueblos que ofrecieran con muy bajo costo económico, su mejor aspecto a
propios y extraños. Esos tiempos que yo conocí, eran mucho más civilizados que
los de ahora mismo, por mucho que les
duela a algunos que desde aquí yo les llame pobres “talibanes ignorantes”.