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Día 8 de diciembre de 1957




 Dia 8 de Diciembre, fiesta de la Patrona del Arma de la Infantería Española.


Así narraba el veterano paracaidista José Luís González Vicente la retirada de Tenín, el día 8 de diciembre de 1957.

“El comandante Pallás, después de sopesar durante toda la noche su decisión, mandó que fuese la 8ª Cía. la encargada de cubrir el repliegue de la columna. Era una verdadera misión de sacrificio lo que el comandante ordenaba al capitán Alejandro Román Paez, pues todos sabían que, en caso de que los moros atacasen, aquéllos pobres paracaidistas no podrán contar más que con sí mismos, pues el resto de la Bandera debía proteger el convoy, y la compañía de armas pesadas no disponía ya ni de una sola granada de mortero. La falta de municiones, era extrema.

La columna inició la marcha de inmediato, cuando apenas se había apagado el eco de la orden seca del comandante Pallás. Era evidente que había prisa por abandonar aquel lugar. Los paracaidistas rodeaban el cortejo de muertos, heridos y personal civil que, como un rebaño temeroso, se dejaba llevar confiando ciegamente en la feroz determinación de aquéllos soldados. Fueron muy pocos los que dirigieron su mirada atrás cuando el rugir de las explosiones y el crepitar de los incendios anunció el fin de Tenín de Amelu.

Las filas de los moros crecen por momentos al incorporarse más individuos procedentes de Tiugsa. Los intervalos que deben recorrer las secciones son cada vez más cortos, pues la presión que padece la última de ellas la obliga a retirarse casi de inmediato. Ya no basta una ráfaga para mantener alejado al contrario, ahora hace falta una granada defensiva que lo obligue a tumbarse, a permanecer estirado el tiempo suficiente para poder darle la espalda y correr, correr hacia los compañeros que, a su vez, están prestos para hacer fuego.

Pero las granadas se acaban, cuatro por hombre a la salida de Sidi Ifni, son muy pocas para tantos días de operaciones, y el fuego de los vetustos «Mauser» es insuficiente para contener a los rebeldes.

El movimiento de los moros se perfila ahora claro, diáfano, simple. La 8ª Cía. está siendo desbordada por los flancos, en una maniobra clásica que pretende encerrarla en un cerco, separarla del resto de la columna, y aniquilarla. Ya no es posible seguir con aquélla retirada ordenada, pues ahora hay que acudir a otros frentes. Cada sección cubre uno de los flancos y la retaguardia, mientras que otra permanece en semireserva, dispuesta para acudir allí donde su presencia se haga más necesaria.

Los tenientes José Colldefors Valcárcel, Francisco Gomila Pujol y Adolfo García Rodríguez hacían lo imposible por llevar a sus hombres hasta el collado dibujado por la cota 706 y Mehasain, punto de reunión de la columna. Pero no todos iban a llegar pues las bajas empezaban a clarear las filas de la 8ª Cía. Algunos cuerpos, diseminados aquí y allá, reflejaban la crudeza de la retirada. Sus compañeros, al pasar junto a ellos, los cogen por los hombros y los arrastran consigo. Poco importa si están muertos o heridos. La cuestión es no dejarlos atrás.

Larga, demasiado larga, fue la lista de bajas en aquella retirada.
Muertos: cabo José Jardín Martín; soldados Manuel Albacete Mate, Pablo Cutrona Sardinero, Fernando Montánchez García y Raúl Rodríguez Amado.
Resultaron heridos de diversa consideración el cabo 1° Fernando Clemente Crespo y los soldados Antonio Arranz Calvo, José Luís Barrios Lázaro y José Vega García”.