lunes

55 Aniversario del conflicto bélico 1957/58

Dedicado a los excombatientes paracaidistas españoles del E.T.
Es posible que algún día se celebre el día del Excombatiente de Ifni-Sahara y que se ofrezca un homenaje a quienes tuvieron el honor y el privilegio de saltar con paracaídas sobre el terreno ocupado por el enemigo para rescatar a nuestros compatriotas que se encontraban en situación de extremo peligro. Me refiero a los dos saltos en guerra: Tiliuin y Erkunt. 
 Poco se sabe, cumplidos cincuenta y cinco años de la Guerra de Ifni- Sahara, de aquellos paracaidistas que realizaron los primeros saltos en guerra y que muchos de ellos, por fallecimiento, ya no están entre nosotros. 
Ellos no podrán en vida recibir ese homenaje, pero les llegará. 
De aquellos paracaidistas que realizaron aquellos saltos, a duras penas se tiene memoria de algunos pocos.

Las Hojas de Lanzamiento recopiladas por Alfredo Prieto Villota en su libro titulado “Aquellos tres años 1956—1959 y…..” son testigos del lanzamiento sobre Tiliuin efectuado el día 29 de noviembre de 1957. Para rememorar algunos de los nombres de los saltadores, he preparado una de las hojas de lanzamiento rescatadas de ese interesante y poco divulgado libro, que se encuentra en Descargas del foro de Aivepa.

 Pero, ¿qué decir de aquellos otros paracaidistas que igualmente tuvieron el honor y el privilegio de saltar sobre Erkunt el día 19 de febrero de 1958 y que sin embargo no constan en ninguna Hoja de Lanzamiento oficial porque al parecer nunca existieron esas hojas, o quizás se quemaron en algún fortuito incendio? 
 ¿Quién se acuerda de aquellos hombres? ¿Cómo se les puede rendir un homenaje sin citarlos al menos en su conjunto y recordando algunos de sus nombres?

 Como que soy excombatiente de la guerra de Ifni.  Como que fui saltador en Erkunt. Como siendo quien, en la página 34 del nº 254 de la revista paracaidista del Ejército Boina Negra figuro en las Efemérides de hace Cincuenta Años se cita: Día  4 de junio: Por la explosión de una mina contrapersonal, sufre la amputación de un pie un CLP.   Como siendo yo aquel CLP quien pisara una mina enemiga en el monte Buyarifen, me veo en el derecho y en el deber de componer con todo respeto, una especial "Hoja de Lanzamiento" en recuerdo de todos mis compañeros de aquel 12 curso del E.T. que nos incorporamos a la Guerra de Ifni, sin haber tenido ocasión de jurar la Bandera. 
 El día 23 de febrero de 2008, en la explanada Almogávares del Acuartelamiento “Santa Bárbara” de Javalí Nuevo, tuvo lugar un solemne acto, donde siendo uno más, pude jurar la Bandera de España.

 Suponiendo que, según me apuntaba el otro día un veterano de Ifni y también saltador en Erkunt Juan Antonio Espí, se pueda celebrar en Alcantarilla un homenaje a los Combatientes que saltaron en Ifni en acción de guerra, me he permitido emborronar estas páginas para que sirvan, al menos de recordatorio de algunos de los nombres de aquellos jóvenes paracaidistas que tuvieron el honor y el privilegio de estar presentes en alguno de los dos saltos en la ignorada y siempre y por todos, olvidada Guerra de Ifni 1957/1958.

jueves

Un pensamiento personal.


Un pensamiento personal sin ánimo de polémica.


Las Guerras Coloniales de España en África (1859 a 1958) costaron 103.000 muertos.
Hay muy pocos datos sobre las víctimas marroquíes. Muertos y Desaparecidos.

 Totales por Períodos:

- Invasión de Marruecos (1859-1860) 10.000, de ellos: 4.000 españoles (de ellos, 2.880 por enfermedades) 6.000 marroquíes como mínimo. (España movilizó 35.000 soldados al inicio) (Marruecos movilizó hasta 50.000 combatientes )

I Guerra de Melilla (1893) 1.272, de ellos 200 soldados españoles como mínimo y 660 rebeldes marroquíes, como mínimo. 412 tripulantes del crucero Reina Regente, en 1895.  ( España movilizó 25.000 soldados y milicianos ) ( los marroquíes movilizaron 40.000 combatientes )

- II Guerra de Melilla (1909) 788, de ellos 710 soldados españoles en combate o masacrados. 78 civiles en la Semana Trágica de Barcelona. Sin datos de las bajas marroquíes. ( los marroquíes movilizaron 12.000 combatientes, en 1909 ) ( España tenía 35.000 soldados en Marruecos, en 1909 )

- Ofensiva del Kert (1911-1912) sin datos.

Guerra del Rif (1916-1927): 90.000, de ellos: 47.600 soldados españoles ( de ellos 30.000 por enfermedades ) 2.400 soldados marroquíes bajo mando español. 10.000 soldados franceses, por combate y enfermedad 30.000 guerrilleros y civiles marroquíes; incluye heridos ( del total, 13.360 españoles en Annual y 2.900 en Arruit, 1921) ( Abd el Krim movilizó hasta 18.000 combatientes en 1921 ) ( España tenía 25.700 soldados en Marruecos, en 1921 )

- Guerra del Ifni (1957-1958) 1.480, de ellos 200 soldados ( de ellos 60 legionarios ) 80 soldados desaparecidos. 1.200 combatientes marroquíes como mínimo. ( España movilizó unos 10.000 soldados y Francia 5.000 ) ( Marruecos movilizó hasta unos 30.000 combatientes )


Todas las guerras deben darnos varias lecciones. En caso contrario, han sido libradas en vano y quienes murieron en ellas lo hicieron por nada.

La Guerra de Ifni- Sahara nos ha enseñado algo que si España y Marruecos son lo bastante perspicaces para entenderlo no volverá a suceder.
La primera lección determina que fue la guerra de Ifni una locura seguida de la anterior, donde perdieron la vida muchos soldados de remplazo al mando del irresponsable general Silvestre. Pero al parecer los moros no se fueron de rositas en ninguna de las dos últimas guerras. Al menos eso dicen las crónicas.  Estamos en paz. Los unos por los otros. 
Evitar que vuelvan a ocurrir tales hechos no es difícil. Bastaría con establecer la repatriación automática por cuenta del gobierno del hermano moro, de todos los moros llegados a las costas españolas, a sus confortables casas de adobe de su tierra natal, incluidos los nacidos en tierras españolas.

¡Fuera del territorio español todos los moros!

Unos analistas capacitados para examinar la situación general, sabrían rápidamente cuanto tiempo tardarían en ser entregados todos los moros a su Marruecos de origen étnico.
Con ellos saldrían  en primer lugar, los cabecillas que enarbolan la guerra santa contra los infieles desde las mezquitas musulmanas.
Pero para eso, se necesitan gobiernos fuertes de carácter y con temperamento viril como el de la dama de hierro recientemente fallecida.



martes

Un comentario


Amigo Juan:
He leído lo último que has “colgado” sobre la Operación Netol. Perdona que haga hincapié en la historia,  pero tenemos, los pocos que quedamos, el tener que hacer relatos lo más claros y veraces que nos sea posible.
En este caso la lectura de tu relato (para mí) esta un “poco” distorsionada.
El 1 de diciembre salimos:
La VI Bandera de la Legión, la I Bandera de paracaidistas, el IV Tabor de Tiradores (completo), dos compañías de Soria nº 9, una sección de zapadores. Digo, que el relato  en su lectura es un tanto confuso,  porque hablas de la 21ª  de Tiradores y da la sensación que en la columna iba solo la 21 del IV Tabor. (Conjuntamente íbamos las otras compañías)
Hacer un relato de cómo se desarrolló la Operación, es bastante complicado  y me llevaría mucho espacio.
Básicamente: La I Bandera  dentro de la operación Netol se ocupó de limpiar  la zona de Mesti en apoyo a la columna de ida y vuelta a Telata y Tiliuin (primer salto paracaidista en la zona de guerra Operación Pañuelo). El 24 de noviembre el Tte. Ortiz de Zarate había salido de Sidi Ifni al mando de una sección que no logra llegar a reforzar a Telata; lo que queda de la sección se integra a la columna que después de recuperar Telata y a los de Tliuin  regresa a Sidi Ifni apoyados por la I Banderas (posteriormente llamada  Roger de Flor). 
Siento el ser tan “pejiguero” en eso de la historia, pero lo cierto que ya está bastante distorsionada desde su origen.
 Un abrazo   Adolfo

domingo

El día 2 de diciembre de 1957


El día 2 de diciembre de 1957
La expedición de auxilio al puesto de Telata tuvo menos éxito que a la de Tiliuin.
Tras abandonar Sidi Ifni el 24 de noviembre a bordo de viejos camiones, una sección de la II Bandera paracaidista al mando del teniente Ortiz de Zárate, avanzó muy lentamente por la pista que unía Sidi Ifni y Tiliuin (los camiones no podían ir campo a través, dado lo abrupto del terreno ifneño), ya que los marroquíes habían colocado grandes piedras en el camino. 
A esto había que añadir las frecuentes emboscadas realizadas por los marroquíes que, al día siguiente, causaron varias bajas, forzando a la expedición a abandonar los camiones y salir de la pista por la que transitaban. 
El 26 de noviembre, la comida se acabó. Los españoles, con apenas munición, reanudaron la marcha, sólo para sufrir de nuevo repetidos ataques enemigos y ser cercados.
Aunque se les pudo enviar víveres desde los aviones, las bajas continuaron aumentando. Entre los muertos estaba el teniente Ortiz de Zárate.
El 2 de diciembre, una columna de infantería que había salido de Sidi Ifni, compuesta por la 21ª compañía del IV Tabor de Tiradores de Ifni al mando del capitán Rafael López Andión rompe el cerco de los moros sobre los paracaidistas y entra a continuación en Telata.
El puesto fue destruido para no dejar refugio a los marroquíes. Los supervivientes de Telata y del batallón paracaidista estaban de vuelta en Sidi Ifni el 5 de diciembre. Habían sufrido cinco muertos y catorce heridos.

sábado

Para no olvidar

Fuimos a recuperar una posición, pero nos atacaron. A mi compañero le alcanzaron. ‘‘Me han pegado un tiro en el pecho, dame un cigarrillo’’, me pidió. ‘‘¿Cómo te voy a dejar fumar ahora?’’. ‘‘¡Dámelo, me cago en la leche’’». Suena a película de acción, pero es el relato de Francisco Aznar Navarro, paracaidista español: «Se lo di, se lo fumó tan tranquilo y al final, mi compañero sobrevivió». 
Francisco recuerda perfectamente la escena que vivió a finales de los cincuenta. Con la edad, el pasado lejano se acerca, mientras que el presente se difumina con mucha más rapidez.
«Recuerdo también como se llevaban a los muertos en burros, envueltos en fardos de lona. Aquello me causó un trauma, me ha impresionado toda la vida». 
Francisco podría seguir contado historias durante todo el reportaje.
Las guerras no se olvidan. O eso cree él y sus compañeros, que estuvieron en Ifni y en el Sahara. Porque allí hubo una guerra, aunque sólo se acuerdan los veteranos.
Ya son mayores y como reconoce uno: «Vamos quedando menos».
Sin ellos, se acabará la memoria de una guerra que casi nadie quiere recordar. 
Oficialmente la guerra, o la «guerrita» o el «incidente» comenzó el 23 noviembre de 1957, cuando los guerrilleros marroquíes intentaron asesinar a todos los oficiales españoles de Ifni.

Un chivatazo impidió la masacre.

Cuando es atacada por medio de una batalla de guerrillas, España, en vez de defender todo el territorio, decide crear un perímetro cerca de la ciudad de Sidi Ifni, para protegerse mejor.

«Lo que se hizo fue lo más inteligente: replegarse y defender el núcleo principal y cuando puedes, te recuperas», asegura el coronel de Intendencia retirado Leopoldo Muñoz, presidente de AME.

España y Marruecos firmaron el 1 de abril de 1958 los acuerdos de Angra de Cintra. Además, del Sahara, la administración de España sobre el territorio de Ifni era efectiva sólo en las inmediaciones de la capital, Sidi Ifni, que hasta 1969 fue una provincia española. Ese año, se cede a Marruecos. El Sahara tardó más.

 Desde ese año, se ha tendido un silencio, como si España se avergonzase de aquella guerra, de la que entonces se habló como pequeños enfrentamientos y de la que ahora ni siquiera se habla.

«Sucede un poco como con la División Azul. Cuando hay un cambio de régimen también se quiere olvidar lo que sucedió en él. Es una actitud de los gobiernos actuales a partir de 1975», continúa el coronel Leopoldo Muñoz: «Es un olvido interesado con el fin de sustraer al ejército del pueblo. También es político, no se quiere molestar a Marruecos.
Se prefiere ignorar lo que sucedió allí».

 Dejadez legislativa.  Los veteranos, que fueron como soldados de reemplazo, agotan sus últimas fuerzas para superar todos los muros y lograr un reconocimiento moral, que piensan que les deben. Y también, aunque menos, económico. Quieren cobrar como hacen todos los soldados que parten al exterior defendiendo la bandera española.
«Más que hablar de una guerra olvidada, de lo que tenemos que hablar es de personas olvidadas. Es un poco absurdo que no se les reconozca, es una dejadez legislativa más que no tiene sentido. Es un compromiso adquirido que se tiene que cumplir, no sé por qué no se hace», dice Mariano Casado, Secretario General de AUME, una asociación de militares.
 Pero pocos tienen esperanzas de verlo. La diputada del PP Inmaculada Bañuls ha preguntado varias veces al Gobierno sobre este reconocimiento y su éxito ha sido escaso. Quiere que, al menos, se haga un listado de aquellos que estuvieron en Ifni. La respuesta es tan burocrática como demoledora: «No existe una relación nominal de todo el personal que tenga anotadas en su hoja de servicios o expediente persona, servicios prestados en Ifni-Sahara entre 1957 y 1959 (...).

Es importante tener en cuenta que del personal de tropa español, prácticamente todos (a excepción del personal profesional legionario) eran soldados de reemplazo...». Soldados que no lo esperaban, que llegaron de casualidad, con armamento antiguo, mal uniformados y sin saber muy bien dónde estaban y para qué:
«Un día nos reúnen y en vez de formar como siempre, es decir el más alto delante y los más bajos detrás, nos hacen formar por lo que sabe hacer cada uno. Así formados, dicen: de los 15 de aquí para delante, apuntados, que vamos a ir de vacaciones a África», cuenta Joan Vives.

Sucedió a finales de una semana de mayo del 58. El martes se fueron a África. Cuando llegan, como no hay puerto para desembarcar, se tiran al agua, con el fusil entre las manos, para no mojarlo y estropearlo aún más, que había veces que funcionaba.
 «Hacíamos un relevo –continúa Joan–. Vimos a los que se iban y eso fue muy duro para nuestra moral. Abandonaban Ifni con las camisas rotas, los zapatos destrozados. Era una imagen horrorosa».

 Cuando Joan llega, la guerra oficialmente ya ha terminado, pero continúa la tensión, los disparos, las vigilancias eternas en las trincheras y las minas que estallaban. Con la edad, Joan lo ve desde el lado positivo. Como ya no duele, reconoce que a él le ayudó a formarse como persona, salir de casa y descubrir otra realidad.
 Estaban los que aguantaban por su personalidad, los que tenían fe y pasaban el trago con rezos. Y estaban los que no lo superaron, enfermaron, se deprimieron o perdieron el sentido de la realidad.

«Eso es que habías cogido el siroco, que te estabas volviendo loco», explica Ángel Ruiz, de 75 años.

Otros decidieron borrarse antes. Manuel Jorques llegó en marzo de 1961, cuando se suponía que tenía que estar en calma y en paz. Él no lo vivió así. Todo acabó mucho más tarde: «Un chico de Tiradores se suicidó pegándose dos tiros: el primero poniendo el cañón del fusil debajo de la barbilla, la bala le salió por la boca sin causarle una lesión mortal. El segundo fue un tiro en el corazón. Para eso tuvo que montar nuevamente el dispositivo de disparo... También fue definido como ‘‘accidente’’».

 En Ifni los soldados sufrieron, como en todas las guerras, la escasez, el calor, escorpiones o ratas de un tamaño desmesurado. Hubo quien se afeitó con leche, porque no tenía agua. Los mauser eran antiguos, los fusiles ametralladores a veces disparaban y casi siempre se atascaban y las bombas italianas no siempre estallaban.
«Resulta muy difícil olvidar los diecisiete meses que nos tuvieron metidos en un agujero». Ni los soldados ni un ejército español de posguerra, al que Estados Unidos vetó utilizar su armamento, estaban preparados para afrontar una operación militar que sorprendió a casi todos: «Recuerdo un día que íbamos a tomar una posición en una montaña. Parecía imposible hasta que llegaron los paracaidistas y consiguieron hacerse con ella.

El problema fue que las comunicaciones apenas funcionaban y de repente llegaron dos aviones de los nuestros. Ellos obedecieron la orden y lanzaron unas 20 bombas cada uno. Ahí se quedó toda una compañía de nuestro ejército, bombardeada por los nuestros y lo único que pudimos hacer los que estábamos allí fue recoger los cuerpos.
Otro día salimos a cubrir terreno, de repente de las chumberas nos comienzan a disparar. Nos sorprenden y la orden de los mandos fue: ‘‘Sálvese quien pueda’’. Fue muy triste y muy duro. Perdona si te entretengo –sigue Ángel –.

Pero ahora nadie se acuerda de mí. Me dieron una medalla, o eso decía en un papel».
 Sin reconocimiento Lo que les dieron fue un diploma. La medalla física, la real, se la tenían que comprar. Algunos juntaron dinero para dársela a los compañeros, como regalo.
Esperaban que la democracia reparase el olvido que vivieron con el régimen pasado. Tras el desastre de Annual, de casi treinta años antes, y tras la Guerra Civil, no se quiso alarmar a la gente con otra guerra en África, ni con los heridos.
Lo que comenzó con el entusiasmo y la exaltación del régimen se fue enfriando.
Manuel Jorques asegura que él tiene un telegrama en el que a un padre de un soldado se le dice que si quiere los restos de su hijo, tendrá que pagarlos.
«A mi hijo no les costó nada llevárselo, haga el favor de traerlo», contestó el padre.

 El tiempo y los cambios no han solucionado el olvido.

«Es verdad que ahora esperábamos más reconocimiento», dice Josep María Contijoch, otro veterano.

«Los jefes militares siempre nos han recibido correctamente», añade. Pero de más arriba, de los que tiene capacidad de decisión siguen esperando una respuesta que puede que ya tarde demasiado en llegar.

 Los veteranos se han asociado y quedan cuando pueden, siempre en un punto cercano, para que no tengan que moverse mucho. La edad ya no les permite muchas alegrías y si se han citado con el fotógrafo, piden por favor si les puede llevar y recoger.
«Son pocos y se van muriendo», dice el diputado de Ciu, Josep Maldonado. El 28 de febrero de 2006 se aprobó una Proposición no de Ley para reconocer a los veteranos de la guerra de Ifni.

 El año siguiente, en la Disposición novena de la Ley de la Carrera militar se establecían tres modos de reconocimiento: por conmemoraciones, mediante el apoyo a las asociaciones y por último, el reconocimiento «directo, individual y retributivo».
 Maldonado asegura que en 2007 se incluyó un millón de euros para poder hacer frente a ese reconocimiento «y este año se comprometieron a que hubiese otro millón de euros, pero no se ha hecho y nos han dicho que no se puede hacer nada porque no hay un listado de los que estuvieron.

Con esto, lo que se hace es proseguir una injusticia y faltar al respeto a unos veteranos».
 Juan Pando está ayudando a los veteranos para lograr un listado, pero es una tarea más que imposible: «Hay casi 9.000 cajas de documentación de la Guerra de Ifni en el Archivo de Ávila. Ahí está todo. Se ha dado a una empresa privada para que lo ordene y clasifique, pero todo va muy lento. La información que se pide se facilita con muchas trabas, todo son problemas y no se tiene en cuenta la edad de los veteranos.
Más de 50 años después no hay reconocimiento moral ni económico».

 Alfonso Carlos Alsúa lo espera. Él estuvo en Ifni, él fue prisionero durante seis meses: «Me metieron en un agujero y no nos dejaron ver la luz durante 6 meses», cuenta por teléfono y te remite al blog: «Escribe en google mi nombre». Para que se lea, para que, al menos, se recuerde.

jueves

Las madrinas de guerra

Tomado de la web El Rincón de Sidi-Ifni. http://www.sidi-ifni.com/

Para ti. Yo fui madrina de guerra en la Campaña de Ifni 1957-1958

 Por Alicia M. García Fernández. 

 A pesar de ser nuestro idioma, el español, tan rico, hay ocasiones en las que es difícil encontrar palabras para describir algunos hechos y sentimientos que han despertado y aún se mantienen vivos en la mente y el corazón, como son los acontecimientos que se desarrollaron hace 50 años en Ifni y que, precisamente con el paso del tiempo no sólo no se han perdido, sino que al ser más conocidos han alcanzado el mérito y la admiración que merecen. 
Una de esas ocasiones es ésta, en la que trato de sacar a la luz una historia que, precisamente por su sencillez, expresa tanta hondura que me es difícil describirla con palabras, y serán las de sus protagonistas quienes se encarguen de llevarnos su hermoso mensaje al corazón. 
Quienes dan origen a estas palabras son dos legionarios que lucharon en la campaña de Ifni-Sahara en 1957-1958, y que merecen todo nuestro reconocimiento y admiración, al igual que todos los que combatieron en aquella guerra lejana, en el tiempo, el espacio y el recuerdo. 
Yo tuve la suerte de ser madrina de guerra de uno de ellos, Andrés Alba Aguilar, y aún hoy doy gracias a Dios por haberme dado la ocasión de participar, aunque fuera indirecta y humildemente, en aquellos tal vez por entonces poco valorados acontecimientos, en defensa de la Patria. Fui, desgraciadamente por poco tiempo, madrina de Andrés Alba, y después receptora de una preciosa carta que, sin pretenderlo su autor, creo que representa en toda su sencillez la valía de unos sinceros sentimientos que honran a quien los expresa.
 Si retrocedo en el tiempo esos cincuenta años, me veo como una joven de 18 años viviendo en una hermosa ciudad castellana.
No llegan muchas noticias de los territorios españoles en África, pero yo, hija y hermana de militares de Infantería, escucho y leo con fruición todo lo que llega de aquellas tierras en las que se libraba una batalla que ya muchos llamaban "la guerrita de Ifni"… 
En los primeros días del invierno de 1957, por casualidad, una revista cayó en mis manos, y dentro de ella una nota en la que se leía escuetamente: "Andrés Alba Aguilar, legionario, busca madrina de guerra". 
Y una dirección en Ifni… ¡Al fin lo había encontrado!. Sería un sencillo modo de participar, aunque sólo fuera haciéndole llegar a alguien mi necesidad de compartir humildemente tantas dificultades como seguramente estarían pasando.
 ¡Con cuánta ilusión y cuántos nervios escribí la primera carta! 
Andrés contestó muy pronto. Era alegre, simpático, tenía sólo unos años más que yo y congeniamos enseguida. 
No hablaba mucho de la guerra, y yo procuraba referirme poco a ella; quedaba como sobreentendida, y preferíamos dedicar el tiempo a cosas entretenidas para que las cartas fueran una especie de recreo o de descanso entre los problemas. Al menos, yo pensaba que una madrina de guerra sería más útil así. 
A mediados de enero llegó una carta suya más corta, con letra irregular y con noticias inesperadas: "me han herido en una pierna; estoy en el hospital y tal vez dentro de unos días seré evacuado a Las Palmas"…
 ¡Qué impresión más triste sentí al ver retratada así la crudeza de una guerra! Pero, inmediatamente, con su ánimo característico, la reacción positiva:
"Como luego me darán permiso, ¿querrás mandarme una camisa blanca para vestirme de paisano? Hazlo, por favor, a la dirección de siempre, que ya me la harán llegar si estoy en Las Palmas". 
Y su agradecimiento de despedida. 
Después pasaron bastantes días sin noticias, hasta la llegada de la siguiente carta, que he tenido guardada todos estos años como un verdadero tesoro de mi juventud: 
Al terminar de leer, yo también me sentí herida en la campaña; pero, sobre todo dolor y sentimiento tomé conciencia adulta por primera vez en mi vida de lo que significaban la entrega y el valor de unos hombres que, lejos de su Patria, daban gustosos su vida por Ella y, en definitiva, por todos nosotros. La carta del Suboficial Legionario Enrique López Acón, asimismo, mostraba en lo que parecía que iba a ser una escueta comunicación, los valores del hombre bueno, leal, valiente y sensible que, entre otros muchos, forman el Espíritu de La Legión.
Los inmerecidos elogios hacia mi persona son una prueba más de la calidad humana de un Caballero Legionario que con sus palabras consiguió dejar llena de paz el alma de aquella joven madrina de guerra, sino que ya para siempre recogiera la sugerencia de orar por aquellos valientes, sin tener en cuenta el tiempo transcurrido desde entonces. Ahora, que conmemoramos el L Aniversario de aquella contienda, he creído que es mi deber sacar a la luz estos sencillos y grandes hechos que sin duda no serían casos aislados, para darlos a conocer, y que sirvan como una pequeña aportación al homenaje de admiración y respeto que merecen todos los que participaron en aquella guerra: muertos, desaparecidos, heridos… los combatientes todos y sus familias, así como la población de Ifni que supo valientemente mantener, a pesar de las dificultades, el peligro o el miedo, la vida de la ciudad en la máxima tranquilidad posible. 
Para expresar todo ello faltaban las palabras, a pesar de nuestro rico idioma… 
Por eso, dejemos que hablen los sentimientos, muy adentro.


martes

Las Banderas Paracaidistas en la Guerra de Ifni

Una unidad joven.

Texto aparecido en el blog:


Al finalizar la guerra civil el Ejército español era un heterogéneo conjunto de hombres, armas y equipo que difícilmente hubiera podido competir con ninguno de los modernos ejércitos europeos que estaban a punto de enfrentarse en el continente. Nuestras fuerzas armadas necesitaban una urgente reorganización que les permitiera hacer frente a las nuevas amenazas que se empezaban a vislumbrar en el horizonte.

Fueron un grupo de jóvenes y emprendedores oficiales del ejército del aire, profesores de la academia de tropas de aviación de Los Alcázares, los primeros en dedicarse a desarrollar en España el paracaidismo militar, tomando como modelos a los hasta entonces invictos paracaidistas alemanes de la luftwaffe. Estos innovadores eran los capitanes Salas, Echevarría, Alario, Villalain y Pastor, y los tenientes Irigoyen y Mosquera.

Tras recibir el visto bueno del jefe del estado mayor del Aire, general Longoria, se dedicaron en cuerpo y alma a su trabajo, pero no fue hasta marzo de 1946 que se convocaron las plazas para crear la primera bandera de la primera legión con personal procedente del arma de tropas de la aviación. En octubre la unidad ya está al completo de efectivos (1 comandante, 3 capitanes, 10 tenientes, 4 brigadas, 18 sargentos y 300 soldados), aunque aún no se ha iniciado la instrucción paracaidista. Ese noviembre los capitanes Salas y Pastor viajan hasta Córdoba (Argentina) para observar de cerca como trabajan sus compañeros argentinos, siguiéndoles más tarde el teniente Villamil y el brigada Corral.

El 15 de julio de 1947 se funda en Alcantarilla (Murcia) la escuela militar de paracaidistas Menéndez Parada, y exactamente un mes después se inicia el primer curso. El 23 de enero de 1948 se realizó el primer salto, y al finalizar el curso un total de 165 oficiales, suboficiales y soldados habían obtenido el tan deseado título de paracaidista. El final de la segunda guerra mundial había provocado algún cambio en nuestras fuerzas armadas, uno de ellos fue el lento declive de los paracaidistas del Ejército del Aire (modelo que había resultado derrotado en la guerra) y el auge de los del ejército de tierra (modelo aliado que había resultado vencedor). El 17 de octubre de 1953 el ministro del ejército, general Muñoz Grandes (antiguo general en jefe de la División Azul), dictó una orden reservada por la que se crea la 1ª Bandera paracaidista del Ejercito de Tierra. Desde un punto de vista técnico esta decisión tenía cierta lógica, pues lo que indica el ejército al que pertenece una unidad es su forma de combatir y el paracaidista combate como un soldado de tierra más. Tanto el avión como el paracaídas son meros medios de transporte. La misión de reclutar el personal que se necesitaba para dotar esa nueva unidad le fue encargada a un brillante oficial de la legión, el comandante Tomás Pallás Sierra, que como era previsible, obtuvo los suboficiales y el personal de tropa del mismo tercio. Mientras que los oficiales provenían también de la Legión así como de unidades de montaña.

El 10 de enero de 1954 se inicia 14º curso general de la escuela militar de paracaidistas, que incluyó como novedad la presencia de 200 soldados procedentes del Ejército de Tierra. Tanto oficiales como soldados fueron sometidos a una intensísima y dura preparación, que culminó el 23 de febrero de 1954 con el primer salto de los componentes de la 1ª Cia de la 1ª Bandera paracaidista del Ejército de Tierra. Con la sucesiva incorporación de otros cuatro cursos más se completaron los efectivos de la Bandera, que tomaría el nombre del caudillo almogávar Roger de  Flor. 

Tras dar por finalizado el curso, los componentes de la Bandera se trasladaron a su acuartelamiento oficial: un antiguo y destartalado cuartes de caballería sito en la calle Roma de Alcalá de Henares. Los flamantes paracaidistas se pusieron manos a la obra para remozarlo y acondicionarlo, a la vez que proseguirán con su intensa instrucción. Entre sus cuatro paredes recibirán su equipo y armamento reglamentario, y se les proveerá de un uniforme novedoso que incluirá la tan preciada boina negra con la insignia paracaidista, así como se les imbuirá con el ideario paracaidista, creado a imagen y semejanza del credo legionario paracaidista (clp) que, junto al uniforme y la boina, le servirá para diferenciarse del resto de soldados del Ejercito español.

El crecimiento de la nueva unidad será imparable pues los voluntarios no faltan, pese a que el 23 de abril de 1955 fallece en accidente de salto el clp. Antonio Ortiz Pérez. 
El 12 de enero de 1956 se crea la Agrupación de Banderas paracaidistas del Ejército de Tierra, forma por la 1ª Bandera y una segunda que está en formación. El mando de la nueva agrupación recaerá en el teniente coronel Ignacio Crespo del Castillo, un veterano del tercio y de la División Azul, pasando el comandante Ppallás a mandar la 1ª Bandera y el también comandante Ramón Saraluce Goñi la 2º Bandera, que verá definitivamente la luz el 1 de junio de 1956, recibiendo el nombre de Roger de Lauria.

Ese mismo año la Agrupación iniciará su periplo africano, lo que supondrá el retorno a sus orígenes legionarios para muchos de sus componentes, al ser destinada su 1ª Bandera a Ifni (salvo de la 1ª Cia, que será enviada al Sahara y se ubicará consecutivamente en Aussert, Tantán y Cabo Juby). A partir de entonces la dos banderas se irán turnando en Ifni, con visitas a adquirir la necesaria preparación y adaptación a un terreno que sería muy pronto futuro escenario de guerra, bautismo de fuego y gloria, de esta joven unidad.



El territorio del Ifni y la independencia de Marruecos.

Texto aparecido en el blog:

http://gagomilitaria.blogspot.com.es/2008/10/la-bandera-pracaidista-en-la-guerra-del.html

La presencia española en el territorio se remonta a la época de los Reyes Católicos, a raíz del desembarco de Diego García de Herrera y de la fundación del enclave de Santa Cruz de Mar Pequeña (1.478). Tras la firma del tratado de Sintra con Portugal (1.509) el enclave entró en declive y acabó siendo destruido por los nativos en 1.524. España no volvería a tomar posesión de aquellas tierras hasta los tiempos de la Segunda República, cuando el día 6 de abril de 1934 una expedición mandada por el coronel Fernando Capaz Montes ocupó definitivamente Ifni, aunque su ubicación no tenía que ver con la de Santa Cruz de Mar Pequeña.

En 1957 el territorio de Ifni no era más que un inmenso pedregal sin ningún valor económico, y que tan sólo servia para satisfacer los apetitos coloniales del régimen de Franco. La colonia española, prácticamente en su totalidad militares, funcionarios y algunos comerciantes canarios, estaba concentrada en la ciudad de Sidi Ifni su capital, mientras que diseminados por el territorio se podían encontrar algunos puestos militares, guarnecidos por tropas nativas con mandos españoles, cuya única función era la de reafirmar la presencia y autoridad de España. La población nativa, los ait baamarún, eran totalmente fieles al rey de Marruecos y su hostilidad hacia los españoles e puso muy pronto de manifiesto.

En marzo de 1956, después de un largo y sangriento conflicto, Francia concedió la independencia a Marruecos, devolviendo del exilio y colocando en el trono al monarca Mohamed V. A partir de aquel momento la presencia española en su porción del protectorado se hizo imposible, y España concedió a su vez la independencia el día 7 de abril de 1956, quedando no obstante excluido Ifni y la zona sur del protectorado. En la lucha por la independencia había ocupado un lugar destacado el partido nacionalista istiqlal cuyos grupos armados, con la colaboración de los baamaranis, había efectuado numerosas incursiones contra las tropas francesas partiendo de nuestro territorio del Ifni. Todo esto fue la causa de que tanto la presencia como la influencia de los nacionalistas marroquíes fuera muy grande en la colonia española. A partir de entonces el istiqlal iba a mantener una actitud reivindicativa sobre la colonia, que inicialmente, se limitaría a una virulenta campaña antiespañola a través de las ondas radiofónicas, campaña que encontró oídos receptivos en unos baamaranis en cuyos hogares no faltaba nunca un transistor. Paulatinamente se iba a pasar de las palabras a los hechos, que adquirirían cada vez mayor violencia.


Los primeros incidentes y las Banderas paracaidistas.

El estallido de la guerra en el África occidental española no tuvo lugar de una manera espontánea y sorpresiva, sino que vino anunciado por una serie de pequeños incidentes que tuvieron su inicio aún antes de la independencia marroquí, pero que tuvieron su punto álgido en la primavera verano de 1957. Las tropas paracaidistas se iban a verse implicadas en muchos de ellos.

El día 24 de julio de 1956 la corbeta Atrevida y el minador Eolo, fondeaban a la altura de Sidi Ifni, llevando a bordo a la 3ª Cia. de la 1ª Bandera. Una vez en tierra la primera labor de los paracaidistas fue, como ya venia siendo habitual, la de acondicionarse un alojamiento, lo que hicieron a las mil maravillas a los pies del monte Bu-a-alam. A lo largo de los meses siguientes la actividad de la tropa se reduciría a largas marchas de aclimatación por el territorio y a saltos de entrenamiento en la zona de Tiliuin.

La 1ª Bandera permaneció en el territorio hasta enero/febrero de 1957, fechas en las que terminó el traslado a Ifni de la joven 2ª Bandera. Este traslado no había estado exento de incidentes puesto que el viaje, que se había iniciado el 24 de enero a bordo del minador Neptuno y el transporte Tarifa no acabó hasta el 15 de febrero, cuando la 7ª y 10ª Cias., se trasladaron desde Las Palmas en avión. Las malas condiciones del mar habían hecho imposible el desembarco de las tropas a bordo del Tarifa.

Los recién llegados fueron enviados a patrullar un territorio en el que los incidentes se extendían como un reguero de pólvora. El día 9 de abril de 1957 la 1ª Sección de la 7ª Cia  realizó un reconocimiento armado por el zoco Arbag y sus proximidades, donde días antes había estallado una mina que matóo a un niño y dejó gravemente herida a su madre. El día 14 la 3/7ª Cia fue enviada a reconocer la pista que va desde Tingua a Fuente de las Palomas, que había sido cortada por saboteadores, sin que se observara la presencia de elementos extraños.

El día 8 de mayo de 1957 había programado un salto de entrenamiento sobre Tiliuin en el que debía participar entre otras, una patrulla de la 9ª Cia., y que acabó trágicamente al estrellarse el “junkers” que transportaba a esta última. En el accidente fallecieron el teniente José Cañadas Armengoll y otros siente paracaidistas, además de la tripulación del avión y el comandante de Tiradores Agustín Fernández Escuin. El cabo 1º Ángel Canales López fue condecorado con la medalla militar individual por el valor demostrado en el rescate de los afectados, pese a que el mismo había resultado herido en el accidente.

Afortunadamente la actividad de la patrulla no cesaba y esto iba a permitir que los paracaidistas olvidaran muy pronto el desgraciado accidente. El 18 de junio la 7ª Cia al completo colaboró con la policía indígena en la infructuosa búsqueda de los acusantes del corte y robo del cable telefónico que había dejado incomunicado el zoco de Telata. La 3/7ª Cia., por su parte, registraba el zoco y efectuaba una seri de demoliciones en el mismo. A estas acciones puntuales se añadía la constante reapertura de pistas, pues los rebeldes se dedicaban a sabotearlas mediante el ingenioso método de cavar zanjas o amontonar piedras en el ancho de las mismas.

En julio la desgracia en forma de accidente volvió a cebarse en los soldados de la 2ª Bandera. El día 4, y mientras estaban nadando en la playa, cuatro soldados de la 10ª Cia. se ahogaron antes los ojos de sus compañeros, que no pudieron hacer nada por rescatarlos ante la impetuosidad de las olas. El día 14 de agosto de 1957 una fuerza formada por la 7ª Cia, (capitán Sánchez Duque) y una sección de la 6ª Cia (teniente Crespo Villalón) y una sección de morteros y ametralladoras (teniente López Duplá) se dirigió al puesto de Id aixa, pues no se tenían noticias de la guarnición. Llegados allí se puedo comprobar que aquella había desertado al completo con armas y bagajes.
Pero la acción bélica mas destacada de aquel período plagados de incidentes tuvo lugar el 16 de agosto. Aquel día una agrupación formada por los mismos elementos que habían participado en la acción del 14 volvió a dirigir a Id aixa como protección de una sección de Tiradores que iba a instalarse como nueva guarnición. Sobre las tres de la tarde y al llegar a la altura de Tiguisit igurramen, pequeño edificio que solía albergar a policías del vecino Marruecos, la 2/7ª Cia., al mando del teniente García Andrés, fue objeto de un violente fuego procedente del interior del puesto. Pasada la sorpresa inicial los paracaidistas españoles reaccionaron con prontitud, y a la vez que devolvían el fuego, iniciaron una maniobra envolvente, toda vez que un ataque frontal era un suicidio. Mientras tanto la sección del teniente Soto del Río acudió al combate e inició una aproximación por retaguardia del enemigo, pese a que era blanco del fuego de mortero y ametralladoras. Hacia las 16 horas, el tiroteo se fue debilitando hasta cesar en su totalidad. Al acercarse al edificio los paracaidistas descubrieron cuatro cadáveres, un fusil y una bandera marroquí, mudos testigos del combate acaecido. En el bando español tan sólo hubo que lamentar las heridas del clp. Vila Pla.

A las diversas patrullas que recorrían Ifni no les pasaba desapercibido que algo se estaba tramando pues, además de todo lo relatado, se habían observado repartos de armas a los nativos más allá de la frontera española. No obstante el mes de octubre de 1957 discurrió dentro de una relativa tranquilidad, quizá como anuncio de la tormenta que se iba a desatar.


La guerra

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La sección del teniente Ortiz de Zárate

El ataque general al territorio del Ifni tuvo lugar la noche del 22 al 23 de noviembre de 1957. La confidencia de un soldado indígena al capitán de Tiradores Rosaleny, permitió desbaratar el asalto a la capital, aunque no ocurrió lo mismo en el interior del territorio. En Sidi Ifni los combates se iniciaron a las 5,40 de la madrugada, con un intento de golpe de mano contra el polvorín. El ataque fue desbaratado por un destacamento de paracaidistas al mando del teniente Calvo Goñi, si bien hubo que lamentar la muerte del clp. Torres Martínez y las heridas de los clps. Lorenzo Caballos y Tuero Mediedo. Sobre las 7 horas unos doscientos rebeldes lanzaron un asalto general que fue rechazado con facilidad por una guarnición preparada, dejando sobre el terreno cinco muertos y once prisioneros.

Desgraciadamente en el interior del territorio los acontecimientos no se desarrollaron de una manera tan favorable. Su aislamiento, la debilidad de las guarniciones, la escasez y deficiencia del armamento, y la dificultad en las comunicaciones fueron la causa de su pérdida. Algunos resistieron todo lo que pudieron, como en el caso de Tamucha cuyos defensores tan sólo se replegaron tras la muerte del oficial al mando, teniente Fernández Fuentes. Otros como Tabelcut, Bifurna o Hameiduch cayeron en manos de los rebeldes. Un puñado resistía desesperadamente: Telata de Isbuia, Tiugsá, Tenin, Tiliuin, Mesti.

La reacción inmediata del mando fue la de socorrer los puestos que corrían mayor peligro y así, en la tarde del mismo día 23, una columna formada por la 3/7ª Cia., un refuerzo de armas pesadas de la 10ª Cia., dos enlaces de transmisiones, personal sanitario y de automóviles, todo ello al mando del teniente Antonio Ortiz de Zárate y Sánchez de Movellán, salió de la capital con la orden de abrirse paso hasta Telata y reforzar a los defensores. La primera parte del recorrido transcurrió sin incidentes y llegada la noche, y tras adoptar un dispositivo de defensa, se decidió acampar para llegar a destino con luz diurna.

A las 7 horas la columna emprende la marcha, pero muy pronto encuentran diversos cortes en la pista que deben ser retirados a fuerza de brazos y que retrasan considerablemente la progresión. A las 10,45 se enfrentarán a un nuevo corte en la carretera, pero al ir a retirarlo la fuerza recibe un intenso fuego de fusilería procedente de las elevaciones situadas a ambos lados de la pista. El teniente despliega a sus hombres que responden al enemigo, a la vez que un pelotón al mando del cabo 1º Oliva realiza un pequeño contraataque que obliga a los rebeldes a disminuir su presión. Los paracaidistas aprovechan la ocasión para subir a sus vehículos y proseguir la marcha hasta lo alto de una pequeña cumbre desde la que se divisa Telata.
Tan sólo queda el descenso para alcanzar la relativa protección que ofrecen los muros de adobe de Telata, pero el avance ya es imposible. La pista está totalmente obstruida y la columna recibe una descarga que destroza neumáticos y radiadores. El teniente Ortiz ordena batir con fuego de mortero las posiciones enemigas, sin embargo a la octava granada se avería el mecanismo de disparo y el arma queda inutilizada. No queda más recurso que desalojar a los rebeldes de una loma dominante y atrincherarse a la espera de ayuda. El ascenso el difícil y por el camino resultan muertos el cabo 1º Civera Domeche y los clps. Aguirre Eguidúa y Rodríguez Matamoros, pero finalmente se ocupa la altura. Con la oscuridad una escuadra deshará el camino recorrido y recogerá el material que había quedado en los camiones: mantas, víveres y municiones. Después el teniente Ortiz desplegó a sus hombres formando un perímetro defensivo que les permitiera rechazar cualquier asalto enemigo.

Se iniciaba así un largo asedio en el que los defensores no tuvieron que resistir tan sólo el constante fuego y los intentos de asalto del enemigo, sino que también padecieron el atroz sufrimiento provocado por el hambre, la sed y la falta de sueño. El día 26, con las primeras horas del día, los rebeldes se lanzaron al asalto, confiando en que el cansancio hubiera hecho mella entre los paracaidistas. El ataque fue rechazado pero a costa de la vida del teniente Ortiz de Zárate y del clp. Vila Pla. El mando recayó en el sargento Juan Moncadas Pujol que hizo todo lo que estuvo en sus manos para seguir galvanizando la moral de los defensores. El 29 fue rechazado otro ataque general, aunque los heridos se iban acumulando (cabo Blay Marín, clps. Pérez Lorca, Carasco Martín, Román Triviño, Llovel Ferrero), a la vez que las municiones disminuían de manera alarmante.

Finalmente a primeras horas de la tarde del día 2 de diciembre de 1957 los paracaidistas fueron liberados por una columna de Tiradores procedente de la capital. Tanto unos como otros se dirigieron a Telata de Isbuia, donde permanecieron descansado un par de días. El día 4 se inició el regreso a la capital llevándose consigo a la exhausta guarnición del puesto, así como a las mujeres y los niños del mismo. Los agotados paracaidistas constituían la protección del improvisado convoy, viéndose obligados a sostener feroz combate de retaguardia tras recoger a la guarnición de Tenín de Amelu, aunque afortunadamente sin bajas.

La medalla militar individual para el teniente Ortiz de Zárate y el sargento Moncadas Pujol, así como la colectiva para el resto de la unidad fue la recompensa por un valeroso comportamiento frente al enemigo.


Tiliuin: primer asalto de la guerra.

Otros de los puestos que resistía, obstinadamente el ataque del enemigo era el de Tiluín, que situado en la zona más meridional del territorio de Ifni estaba unido a la capital por dos carreteras que discurrían por un terreno montañoso, lo que las hacía muy vulnerables ante cualquier intento rebelde por obstruirlas. La guarnición formada por una sección de policía indígena y otra de Tiradores, contaba con una elevada proporción de soldados nativos, dos de los cuales ya habían desertado.

Tras muchas vacilaciones debido a lo arriesgado de la empresa, el general Gómez de Zamalloa ordenó un lanzamiento de paracaidistas para reforzar a los defensores de Tiliuin. A las 10,45 horas del 29 de noviembre los soldados suben a bordo de cinco viejos “junkers”: son un total de 71 paracaidistas pertenecientes a la 7ª Cia., tres de la 10ª Cia. y un brigada practicante. Los mandaba el veterano capitán Sánchez Duque.

A las 11,10 horas los paracaidistas españoles realizaban su primer salto de guerra. Desde una altura de apenas 200 m., la mínima permitida por los márgenes de seguridad, y tras un ablandamiento de las posiciones enemigas por los bombarderos “heinkel”, los soldados se arrojan al vacío esperando no ser tiroteados por el enemigo. Por fortuna la sorpresa y el bombardeo previo han causado su efecto y los paracaidistas tocan tierra sin más incidentes que alguna torcedura sin importancia (brigada Jurado Ortiz, clps. Moncada Navas y Enríquez Bueno). Una breve carrera y muy pronto la totalidad de la tropa se introduce en el interior de Tiluin, donde son recibidos con el consabido júbilo.

El hasta entonces jefe de la guarnición, teniente de Tiradores Pradillo, cede el mando al capitán Sánchez Duque que ordena un reconocimiento ofensivo a cargo de dos secciones al mando del teniente Calvo Goñi. Mientras una sección se dedica a incendiar unas chozas vecinas desde las que se tiroteaba al puesto con total impunidad, otra recoge los tan preciados paracaídas abandonados sobre el terreno. De regreso se requisa algún ganado disperso que servía para mejorar el rancho. Simultáneamente un avión deja caer en el interior del recinto dos morteros y granadas para los mismos.

A lo largo de los días siguientes el puesto será objeto de intensísimo fuego de fusilería y mortero, aunque en ningún momento intentarán los rebeldes ocuparlo al asalto. La escuadra de morteros, hábilmente dirigida por el teniente Soto del Río, se encargará de efectuar una eficaz contrabatería, mientras que diversas salidas ofensivas encabezadas por el este mismo oficial o por el teniente Calvo Goñi permitirán aliviar la situación de los asediados.
Así mismo la aviación, mediante el lanzamiento de abastecimiento y el bombardeo del enemigo, contribuirá en gran medida a fortalecer la defensa.

La resistencia continuará hasta el día 4 de diciembre de 1957 en que la VI Bandera de la Legión levantará el cerco; los paracaidistas destruirán el puesto y todo los que no se puede transportar y, junto a legionarios y tiradores, iniciarán una lenta retirada a pie hasta Telata y finalmente, hasta Sidi Ifni.


Las operaciones de socorro.

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Ante la gravedad de los acontecimientos que se sucedían en Ifni, era absolutamente necesario el envío de refuerzos; lo que se hizo de manera inmediata. Para el 30 de noviembre de 1957 ya se habían reunido en la capital la totalidad de la Agrupación de Banderas Paracaidistas, la VI Bandera de la Legión, una Cia. de Infantería de Marina y batallones expedicionarios de los Regimientos Soria 9 y Pavia 19. Con todo ello se organizaron una serie de columnas cuya misión principal era liberar los puestos asediados.

Fue la “Operación Netol”. El 1 de diciembre de 1957 la Bandera del comandante Saraluce Goñi se dirige a controlar el nudo de comunicaciones de Biugta y a levantar el cerco de Arbaa de Mesti. La primera resistencia seria se la encuentra la 2ª Cia. del teniente Cassinello al aproximarse a Biugta y tenerse que limpiar un laberinto de chozas en el que se llegó a una lucha cuerpo a cuerpo, siendo muerto el clp. Ramos Rodríguez.
Paralelamente el resto de la Bandera ocupa una serie de alturas para cortar la retirada del enemigo en dirección a Mesti. Al llegar al barranco de Ansedi Higuerialen se desbarata una emboscada enemiga gracias al efectivo fuego de mortero de la Compañía de armas pesadas.
La 1ª Cia. ocupó una posición fortificada enemiga, la casa de Bija-alasa, mientras que la 2ª Cia. entraba en Mesti y liberaba a la veintena de Tiradores que defendía el puesto. Durante el resto del día los paracaidistas serán molestados por un fuego intermitente procedente de una altura cercana, pero será acallado por nuestros morteros.

Al día siguiente se inicia la evacuación hacia Biugta y al llegar al cruce, se comprueba que está siendo batido desde la altura denominada Yebel Busgadir. Es totalmente imprescindible mantener la libre circulación por aquella pista por lo que se pide apoyo aéreo para montar un ataque contra las posiciones enemigas. El bombardeo de los “heinkel” y los disparos de las armas pesadas de la 5ª Cia., permiten que una vez más sea la 2ª Cia la que desaloje al enemigo de aquellas alturas. 

El día 3 la Bandera recibe la orden dirigirse hacia Anamer para cubrir la retirada de la columna que acaba de evacuar los puestos de Ttelata, Tiliuin y liberar la sección del teniente Ortiz de Zárate, ocupándose dicho morabito al día siguiente y enlazando con la columna en retirada. Por último, el día siguiente, el 5 de diciembre de 1957, todas las fuerzas reunidas iniciaron el regreso a Sidi Ifni. Además de lo ya citado, los paracaidistas tuvieron que lamentar dos heridos, el teniente Arribas San Vicente y el clp. Roda Dieguez.

La “operación Gento” se diseñó con el objetivo de liberar los puestos de Tiugsa y Tenin, correspondiéndole la misión a la II Bandera paracaidista, junto a una Cia. del Soria y el II tabor de tiradores, y se puso en marcha el mismo 5 de diciembre. Casi de inmediato, y al llegar a la altura de Alat ida u-sugún, las 6ª y 10ª Cias paracaidistas y la del Soria caen en una terrible emboscada. El intenso fuego de los rebeldes barre las filas paracaidistas causando la muerte al teniente Polanco Mejorada, del cabo Mena Rodríguez  y de los clp´s Valera Penides y Rovira Serrano, además de 14 heridos de diversa consideración, hará falta la intervención del grueso de la fuerza para conseguir que las maltrechas Compañías consigan retirarse hasta Alat ida u-sugún, aunque a costa de aumentar la lista de heridos entre los que destacan el teniente Sáez Sagaseta y el sargento Fernández Romero.

Informado de lo acaecido el general Gómez de Zamalloa ordenó la inmediata evacuación de las bajas y un nuevo reparto de las misiones, correspondiéndoles a la I Bandera, junto a los tiradores, los hombres del Soria y la sección de morteros de la II Bandera (teniente Ocón) inicia, el día 6 de diciembre, la marcha hacia Tiugsa, venciendo una fuerte resistencia enemiga en torno a unas alturas que son ocupadas por la 2ª Cia. Desgraciadamente un error de comunicación con la aviación provocó que resultaran heridos por “fuego amigo” el teniente Ocón Tarras y dos hombres más. Al día siguiente se liberó el puesto de Tiugsa iniciándose el repliegue casi de inmediato. Durante el mismo se produjeron feroces combates de retaguardia que causaron más bajas en la columna: el teniente López Pérez y el clp. García Pérez, ambos heridos.

(Cuando cayó herido el teniente López Pérez, en esos momentos los CLP Vico y Conejo se quedaron cuerpo a tierra junto a su teniente, haciendo fuego contra el enemigo. Después llegaron varios mandos, entre ellos el cabo Bejarano que se echó al hombro al teniente y todos juntos se reintegraron a la columna del capitán Pedrosa.)

El día 7 la II Bandera prosiguió su aproximación a Tenin, observándose durante la misma, la convergencia hacia el puesto de numerosos grupos enemigos. Los paracaidistas reciben nutrido fuego por su flanco izquierdo que les causa un muerto, el clp Arjona Hidalgo, y varios heridos, entre los que cabe citar al teniente Frías O´Valle. Pasado el mediodía, la 8ª Cia. y la plana mayor de la Bandera penetran en Tenin, mientras que la 6ª y 10ª Cias permanecen como cobertura en el exterior del puesto. La evacuación del mismo, prevista para el día siguiente, se preveía difícil, pues a los numerosos heridos de la II Bandera había que añadir los de la guarnición, mas, doce mujeres y catorce niños (familias de soldados nativos).

El repliegue se inició a las 10,30 horas del 8 de diciembre. la 8ª Cia., al mando del capitán Román Páez, tiene la ingrata labor de cubrir la retaguardia. La columna carece de cualquier apoyo de morteros, pues la 10ª Cia. agotó las municiones en los combates sostenidos los días anteriores, y el desastre era inevitable. Las dos secciones que cierran la marcha, las de los tenientes García Calvo y Colldefors, se ven sometidas a una presión inaguantable de una masa de rebeldes que no quieren que se les escape su presa y los cuerpos de los paracaidistas van quedando diseminados por el terreno: caen muertos el cabo Jardín Martín y los clps. Albacete Maté, Cutrona Sardinero, Montánchez García y Rodríguez Amado; desaparecen sumergidos por los atacantes los clps. Clemente Gallego, Jiménez Morales, Miranda Vuduarias, Urbano Aragu, Vilariño García y Zambrrano Zambrano; además otros cuatro hombres resultan heridos de diversa consideración, debiendo ser transportados por sus compañeros con lo que disminuía la capacidad de respuesta de los soldados españoles.

El sacrificio de estos hombres y la afortunada decisión del teniente coronel Crespo del Castillo, que ordenó a las 1ª y 5ª Cias. de la I Bandera salir al encuentro de la columna, salvaron a la misma de su casi segura aniquilación total. Tras pernoctar unas horas en Ait brahim todas las tropas entraban en Sidi Ifni con la primeras luces del día 9 de diciembre.



Consolidación de la defensa.

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Una vez concluidas las operaciones de rescate y a la vista de la situación en el Sahara, el mando español decidió seguir en Ifni una estrategia netamente defensiva, tendente a asegurar la capital y un perímetro de protección en torno a la misma que la pusiera a salvo de cualquier peligro. La agrupación de banderas paracaidistas sería el punto de apoyo fundamental de esta estrategia.

Tras pasar unas navidades en las que el dolor por los compañeros caídos y la añoranza de los seres queridos y del hogar, se vio compensada, en parte por la presencia en el territorio de artistas como Gila y Carmen Sevilla, se inició un nuevo año en el que los paracaidistas españoles no iban a permanecer ociosos. Durante aquel mes de enero de 1958 la principal actividad de nuestros soldados fue la de fortificar las defensas, mejorar los accesos entre la capital y la posiciones de defensa, descarga de las barcazas de suministros y protección de los convoyes a la cercana altura del Buyarifen. El día 30 la 3ª Cia. al completo junto a una sección de zapadores se dedicaron a plantar un campo de minas en las vías de acceso a las defensas españolas, al tenerse noticias de un posible ataque en masa a la capital.

El 31 de enero de 1958 se desencadenó la “operación Diana” cuyo objetivo era ocupar dos nuevos centros de resistencia (Id mehais y Alat ida u-sugún) que cerraran posibles vías de penetración a la capital. El primer objetivo le correspondía a la Iª Bandera que debía ocupar la zona del Id mehais-xaraffa bugdor y fortificar el centro de resistencia para que lo ocupara el IV tabor de Tiradores. La IIª Bandera debería ocupar Alat ida u-sugún en principio mediante un lanzamiento paracaidista, pero al suspenderse por el fuerte siroco, se realizará por vía terrestre. Toda la maniobra recibiría el apoyo proporcionado por el grupo de obuses del 105 y por una compañía de morteros de 120, y también se contaría con apoyo aéreo en caso de necesidad.

La Iª Bandera, al mando del capitán Pedrosa Sobral, inició su avance bajo la protección de las armas pesadas de la 5ª Cia. las 2ª y 3ª cias., ocupan sin mayores dificultades la cota 243 y desde allí descienden sobre iId mehais, que es capturada a medio día. La operación no le costó a la Iª Bandera más que dos heridos leves, siendo el IV tabor de Tiradores el que tubo que pagar el precio más alto, cuatro muertos y diez heridos. Una vez fortificada la posición se entregó a los tiradores, iniciándose el regreso a Sidi Ifni mediada la tarde. 

La oposición encontrada por la II Bandera para ocupar su objetivo fue mucho mayor, requiriéndose el apoyo de la aviación para debilitar la resistencia de los rebeldes. El poblado de Alat ida u-sugún acabó siendo tomado al asalto, pero hubo que lamentar un muerto a la 6ª Cia, el clp Rius Álava, y tres heridos (clps Cuartero Arévalo, Morales Molina y Palop Cerdán). La defensa de la recién ocupada posición quedó a cargo de la citada 6ª Cia.
Los rebeldes no se resignaron tan fácilmente a la pérdida de una posición cuyo valor era evidente, y sus intentos por recuperarla no se hicieron de esperar. A media tarde del 3 de febrero los paracaidistas comienzan a recibir un intenso fuego de mortero que los obliga a refugiarse en sus precarias posiciones, pues la dureza y rocosidad del terreno impidieron que las trincheras fueran muy profundas. A las 21,30 horas, y aprovechando que el fuerte siroco ahogaba cualquier ruido, el enemigo atacó a la sección que defiende la cota 348. Esta, arrollada por el numeroso enemigo y tras sufrir varios heridos, se retira hasta Aalat ida u-sugún. En los intensos y confusos combates que se desarrollarán aquella noche, en completa oscuridad y muchas veces cuerpo a cuerpo, será muerto el teniente Enrique Carrasco Lanzós, tercer y último oficial paracaidista que caería en aquella triste y olvidad guerra.

A la vista de lo que acontecía a la II Bandera reforzó la posición al día siguiente, contribuyendo a rechazar los ataques que se produjeron ese mismo día 4 y los del 7, 12 y 14 de febrero. El 15 de febrero de 1958, al ceder la presión del enemigo, la II Bandera regresó a Sidi Ifni, dejando como guarnición a la 8ª Cia.

Para el 10 de febrero de 1958 el general Zamolloa programó la “operación Siroco”, una acción de defensa activa en dirección a Mesti en la que participarían, además de la I Bandera, el batallón Soria 9 y una batería del 105. El objetivo clave era la ocupación del llamado vértice Aslif, dos pequeñas cotas que debían ser tomadas por cada uno de los batallones participantes, tras lo cual el resto de los infantes peninsulares se dirigiría hasta el zoco de Arbaa el Mesti y, tras limpiarlo de posibles enemigos, debía de regresar bajo la cobertura ofrecida por los paracaidistas e infantes que dominaban las dos alturas.
La conquista de la cota 407 por parte de la i bandera se desarrolló como en unas maniobras en tiempos de paz. La 1ª y 2ª Cias (capitanes Alonso Manglano y Martinez Pariente) subieron por su cara norte, apoyadas por los disparos de ametralladoras y morteros de la 5ª cia (capitán Arroyo Pertase), iniciando después un movimiento envolvente que culmina con la caída del objetivo. No hubo que lamentar más que algunos heridos leves: teniente Jiménez de Embún, cabo 1º Bohoyo Sánchez y clps Iglesias Palomero y Sánchez Carrión, tomándose a cambio dos prisioneros enemigos. Desde lo alto del vértice se pudo observar como los rebeldes evacuaban precipitadamente Mesti por lo que se solicitó un bombardeo aéreo que si bien tuvo lugar, no resultó todo lo efectivo que era de desear. Una vez reconocido el zoco por las tropas del Soria sin mayor novedad, se inició el regreso a Sidi Ifni.


Las banderas paracaidistas en la guerra de Sidi Ifni 

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Terminamos con este capitulo la historia de la bripac en la guerra del Sidi Ifni, ha sido un trabajo extenso, pero espero que refresque la memoria de tantos y enriquezca el conocimiento a otros. Y sobre todo, honrar a los que dieron su sangre en un rincón alejado del hogar.

Erkunt: punto y final de la guerra del ifni.  Los excelentes resultados en Mesti, así como la necesidad de causar un grave quebranto al enemigo que permitiera sentar las bases para una posterior reconquista del territorio, fueron las principales razones que indujeron al general López Valencia a ordenar una nueva acción ofensiva: “operación Pegaso”.

El plan presentado por el general Zamalloa preveía un avance en dirección a la frontera norte, hasta Tabeleut, paralelo a la costa para aprovechar el apoyo de la armada, y contando con la colaboración de la aviación para facilitar la progresión de la Infantería. La II Bandera paracaidista y la VI de la Legión deberían romper el frente enemigo entre la cota 325 y el Adrar buzguit, para pasar después a cubrir el flanco derecho del avance español (el izquierdo lo cubriría la armada con el crucero Galicia y el destructor Almirante Miranda). Por el centro avanzaría velozmente la I Bandera, junto a tiradores y policía indígena, que se encargarían de limpiar la zona Erkunt-id buchini-tabelcut de cualquier presencia enemiga. La ambiciosa operación incluiría un salto de la 1ª Cia paracaidista del capitán Pedrosa Sobral sobre Erkunt, además de otros sobre Tabelcut, Asif aguendu e Id buchini.


El 17 de febrero de 1958 la II Bandera, menos la 2ª Ccia y una sección de ametralladoras y otra de morteros de la 10ª Cia. se dirigió hacia el Buyarifen. La 6º Cia. ocupó la cota 453, para cubrir el avance del resto de la Bandera y de los legionarios de la VI, pero lo que se presumía un paseo se tornó muy pronto en un infierno. Los rebeldes desataron un fuego devastador que barrió las filas de paracaidistas y legionarios. Cayeron muertos los cabos González Hortigüela y González Jordán, así como el clp Mestre Monteagudo, mientras que el teniente Ponciano era herido de gravedad. Entre los legionarios hubo otros cuatro muertos y varios heridos. Aquella decidida resistencia retrasó todo el avance español, lo que dio al traste con los proyectados saltos sobre Asif aguendu y Tabelcut, provocando el consabido disgusto entre los hombres de la I Bandera que esperaban impacientes en el aeródromo de Sidi Ifni. Así la 3ª Cia. se unió a sus compañeros de la II Bandera que pugnaban por ocupar y defender las cotas 449 y 453, mientras que el resto de la Bandera se resignó a ocupar los objetivos asignados mediante un penoso avance por tierra. Tan sólo la 1ª Cia siguió en alerta paracaidista a la espera de órdenes.