Una unidad joven.
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Al finalizar la guerra civil el Ejército español era un heterogéneo conjunto de
hombres, armas y equipo que difícilmente hubiera podido competir con ninguno de
los modernos ejércitos europeos que estaban a punto de enfrentarse en el
continente. Nuestras fuerzas armadas necesitaban una urgente reorganización que
les permitiera hacer frente a las nuevas amenazas que se empezaban a vislumbrar
en el horizonte.
Fueron un grupo de jóvenes y emprendedores oficiales del ejército del aire,
profesores de la academia de tropas de aviación de Los Alcázares, los primeros
en dedicarse a desarrollar en España el paracaidismo militar, tomando como
modelos a los hasta entonces invictos paracaidistas alemanes de la luftwaffe. Estos
innovadores eran los capitanes Salas, Echevarría, Alario, Villalain y Pastor,
y los tenientes Irigoyen y Mosquera.
Tras recibir el visto bueno del jefe del estado mayor del Aire, general Longoria,
se dedicaron en cuerpo y alma a su trabajo, pero no fue hasta marzo de 1946 que
se convocaron las plazas para crear la primera bandera de la primera legión con
personal procedente del arma de tropas de la aviación. En octubre la unidad ya
está al completo de efectivos (1 comandante, 3 capitanes, 10 tenientes, 4
brigadas, 18 sargentos y 300 soldados), aunque aún no se ha iniciado la
instrucción paracaidista. Ese noviembre los capitanes Salas y Pastor viajan
hasta Córdoba (Argentina) para observar de cerca como trabajan sus compañeros
argentinos, siguiéndoles más tarde el teniente Villamil y el brigada Corral.
El 15 de julio de
1947 se funda en Alcantarilla (Murcia) la escuela militar de paracaidistas
Menéndez Parada, y exactamente un mes después se inicia el primer curso. El 23
de enero de 1948 se realizó el primer salto, y al finalizar el curso un total
de 165 oficiales, suboficiales y soldados habían obtenido el tan deseado título
de paracaidista. El final de la segunda guerra mundial había provocado algún
cambio en nuestras fuerzas armadas, uno de ellos fue el lento declive de los
paracaidistas del Ejército del Aire (modelo que había resultado derrotado en la
guerra) y el auge de los del ejército de tierra (modelo aliado que había
resultado vencedor). El 17 de octubre de 1953 el ministro del
ejército, general Muñoz Grandes (antiguo general en jefe de la División Azul), dictó una orden
reservada por la que se crea la 1ª Bandera paracaidista del Ejercito
de Tierra. Desde un punto de vista técnico esta decisión tenía cierta lógica,
pues lo que indica el ejército al que pertenece una unidad es su forma de
combatir y el paracaidista combate como un soldado de tierra más. Tanto el
avión como el paracaídas son meros medios de transporte. La misión de reclutar
el personal que se necesitaba para dotar esa nueva unidad le fue encargada a un
brillante oficial de la legión, el comandante Tomás Pallás Sierra, que como era
previsible, obtuvo los suboficiales y el personal de tropa del mismo tercio. Mientras
que los oficiales provenían también de la Legión así como de unidades de montaña.
El 10 de enero de 1954 se inicia 14º curso general de la escuela militar de
paracaidistas, que incluyó como novedad la presencia de 200 soldados
procedentes del Ejército de Tierra. Tanto oficiales como soldados fueron
sometidos a una intensísima y dura preparación, que culminó el 23 de febrero de
1954 con el primer salto de los componentes de la 1ª Cia de la 1ª Bandera paracaidista
del Ejército de Tierra. Con la sucesiva incorporación de otros cuatro cursos más
se completaron los efectivos de la Bandera, que tomaría el nombre del caudillo
almogávar Roger de Flor.
Tras dar por finalizado el curso, los componentes de la Bandera se trasladaron a su
acuartelamiento oficial: un antiguo y destartalado cuartes de caballería sito
en la calle Roma de Alcalá de Henares. Los flamantes paracaidistas se pusieron
manos a la obra para remozarlo y acondicionarlo, a la vez que proseguirán con
su intensa instrucción. Entre sus cuatro paredes recibirán su equipo y
armamento reglamentario, y se les proveerá de un uniforme novedoso que incluirá
la tan preciada boina negra con la insignia paracaidista, así como se les imbuirá
con el ideario paracaidista, creado a imagen y semejanza del credo legionario
paracaidista (clp) que, junto al uniforme y la boina, le servirá para diferenciarse
del resto de soldados del Ejercito español.
El crecimiento de la nueva unidad será imparable pues los
voluntarios no faltan, pese a que el 23 de abril de 1955 fallece en accidente
de salto el clp. Antonio Ortiz Pérez.
El 12 de enero de 1956 se crea la Agrupación de Banderas
paracaidistas del Ejército de Tierra, forma por la 1ª Bandera y una segunda que
está en formación. El mando de la nueva agrupación recaerá en el teniente
coronel Ignacio Crespo del Castillo, un veterano del tercio y de la División Azul, pasando el
comandante Ppallás a mandar la 1ª Bandera y el también comandante Ramón Saraluce
Goñi la 2º Bandera, que verá definitivamente la luz el 1 de junio de 1956, recibiendo
el nombre de Roger de Lauria.
Ese mismo año la Agrupación iniciará su
periplo africano, lo que supondrá el retorno a sus orígenes legionarios para
muchos de sus componentes, al ser destinada su 1ª Bandera a Ifni (salvo de la
1ª Cia, que será enviada al Sahara y se ubicará consecutivamente en Aussert, Tantán
y Cabo Juby). A partir de entonces la dos banderas se irán turnando en Ifni,
con visitas a adquirir la necesaria preparación y adaptación a un terreno que
sería muy pronto futuro escenario de guerra, bautismo de fuego y gloria, de
esta joven unidad.
El territorio del Ifni
y la independencia de Marruecos.
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La presencia española en el territorio se remonta a la época de los Reyes Católicos,
a raíz del desembarco de Diego García de Herrera y de la fundación del enclave
de Santa Cruz de Mar Pequeña (1.478). Tras la firma del tratado de Sintra con Portugal
(1.509) el enclave entró en declive y acabó siendo destruido por los nativos en
1.524. España no volvería a tomar posesión de aquellas tierras hasta los
tiempos de
la Segunda República,
cuando el día 6 de abril de 1934 una expedición mandada por el coronel Fernando
Capaz Montes ocupó definitivamente Ifni, aunque su ubicación no tenía que ver
con la de Santa Cruz de Mar Pequeña.
En 1957 el territorio de Ifni no era más que un inmenso pedregal sin ningún
valor económico, y que tan sólo servia para satisfacer los apetitos coloniales
del régimen de Franco. La colonia española, prácticamente en su totalidad
militares, funcionarios y algunos comerciantes canarios, estaba concentrada en
la ciudad de Sidi Ifni su capital, mientras que diseminados por el territorio se
podían encontrar algunos puestos militares, guarnecidos por tropas nativas con
mandos españoles, cuya única función era la de reafirmar la presencia y
autoridad de España. La población nativa, los ait baamarún, eran totalmente
fieles al rey de Marruecos y su hostilidad hacia los españoles e puso muy
pronto de manifiesto.
En marzo de 1956, después de un largo y sangriento conflicto, Francia concedió
la independencia a Marruecos, devolviendo del exilio y colocando en el trono al
monarca Mohamed V. A partir de aquel momento la presencia española en su
porción del protectorado se hizo imposible, y España concedió a su vez la
independencia el día 7 de abril de 1956, quedando no obstante excluido Ifni y
la zona sur del protectorado. En la lucha por la independencia había ocupado un
lugar destacado el partido nacionalista istiqlal cuyos grupos armados, con la
colaboración de los baamaranis, había efectuado numerosas incursiones contra
las tropas francesas partiendo de nuestro territorio del Ifni. Todo esto fue la
causa de que tanto la presencia como la influencia de los nacionalistas marroquíes
fuera muy grande en la colonia española. A partir de entonces el istiqlal iba a
mantener una actitud reivindicativa sobre la colonia, que inicialmente, se
limitaría a una virulenta campaña antiespañola a través de las ondas
radiofónicas, campaña que encontró oídos receptivos en unos baamaranis en cuyos
hogares no faltaba nunca un transistor. Paulatinamente se iba a pasar de las
palabras a los hechos, que adquirirían cada vez mayor violencia.
Los primeros incidentes y las Banderas
paracaidistas.
El estallido de la guerra en el África occidental española no tuvo lugar de una
manera espontánea y sorpresiva, sino que vino anunciado por una serie de
pequeños incidentes que tuvieron su inicio aún antes de la independencia
marroquí, pero que tuvieron su punto álgido en la primavera verano de 1957. Las
tropas paracaidistas se iban a verse implicadas en muchos de ellos.
El día 24 de julio de 1956 la corbeta Atrevida y el minador Eolo, fondeaban a
la altura de Sidi Ifni, llevando a bordo a la 3ª Cia. de la 1ª Bandera. Una vez
en tierra la primera labor de los paracaidistas fue, como ya venia siendo
habitual, la de acondicionarse un alojamiento, lo que hicieron a las mil
maravillas a los pies del monte Bu-a-alam. A lo largo de los meses siguientes
la actividad de la tropa se reduciría a largas marchas de aclimatación por el
territorio y a saltos de entrenamiento en la zona de Tiliuin.
La 1ª Bandera permaneció en el territorio hasta enero/febrero de 1957, fechas
en las que terminó el traslado a Ifni de la joven 2ª Bandera. Este traslado no
había estado exento de incidentes puesto que el viaje, que se había iniciado el
24 de enero a bordo del minador Neptuno y el transporte Tarifa no acabó hasta
el 15 de febrero, cuando la 7ª y 10ª Cias., se trasladaron desde Las Palmas en
avión. Las malas condiciones del mar habían hecho imposible el desembarco de
las tropas a bordo del Tarifa.
Los recién llegados fueron enviados a patrullar un territorio en el que los
incidentes se extendían como un reguero de pólvora. El día 9 de abril de 1957
la 1ª Sección de la 7ª Cia realizó un
reconocimiento armado por el zoco Arbag y sus proximidades, donde días antes
había estallado una mina que matóo a un niño y dejó gravemente herida a su
madre. El día 14 la 3/7ª Cia fue enviada a reconocer la pista que va desde Tingua
a Fuente de las Palomas, que había sido cortada por saboteadores, sin que se
observara la presencia de elementos extraños.
El día 8 de mayo de 1957 había programado un salto de entrenamiento sobre Tiliuin
en el que debía participar entre otras, una patrulla de la 9ª Cia., y que acabó
trágicamente al estrellarse el “junkers” que transportaba a esta última. En el
accidente fallecieron el teniente José Cañadas Armengoll y otros siente
paracaidistas, además de la tripulación del avión y el comandante de Tiradores Agustín
Fernández Escuin. El cabo 1º Ángel Canales López fue condecorado con la medalla
militar individual por el valor demostrado en el rescate de los afectados, pese
a que el mismo había resultado herido en el accidente.
Afortunadamente la actividad de la patrulla no cesaba y esto iba a permitir que
los paracaidistas olvidaran muy pronto el desgraciado accidente. El 18 de junio
la 7ª Cia al completo colaboró con la policía indígena en la infructuosa
búsqueda de los acusantes del corte y robo del cable telefónico que había
dejado incomunicado el zoco de Telata. La 3/7ª Cia., por su parte, registraba
el zoco y efectuaba una seri de demoliciones en el mismo. A estas acciones
puntuales se añadía la constante reapertura de pistas, pues los rebeldes se
dedicaban a sabotearlas mediante el ingenioso método de cavar zanjas o
amontonar piedras en el ancho de las mismas.
En julio la desgracia en forma de accidente volvió a cebarse en los soldados de
la 2ª Bandera. El día 4, y mientras estaban nadando en la playa, cuatro
soldados de la 10ª Cia. se ahogaron antes los ojos de sus compañeros, que no
pudieron hacer nada por rescatarlos ante la impetuosidad de las olas. El día 14
de agosto de 1957 una fuerza formada por la 7ª Cia, (capitán Sánchez Duque) y
una sección de la 6ª Cia (teniente Crespo Villalón) y una sección de morteros y
ametralladoras (teniente López Duplá) se dirigió al puesto de Id aixa, pues no
se tenían noticias de la guarnición. Llegados allí se puedo comprobar que
aquella había desertado al completo con armas y bagajes.
Pero la acción bélica mas destacada
de aquel período plagados de incidentes tuvo lugar el 16 de agosto. Aquel día
una agrupación formada por los mismos elementos que habían participado en la
acción del 14 volvió a dirigir a Id aixa como protección de una sección de Tiradores
que iba a instalarse como nueva guarnición. Sobre las tres de la tarde y al
llegar a la altura de Tiguisit igurramen, pequeño edificio que solía albergar a
policías del vecino Marruecos, la 2/7ª Cia., al mando del teniente García Andrés,
fue objeto de un violente fuego procedente del interior del puesto. Pasada la
sorpresa inicial los paracaidistas españoles reaccionaron con prontitud, y a la
vez que devolvían el fuego, iniciaron una maniobra envolvente, toda vez que un
ataque frontal era un suicidio. Mientras tanto la sección del teniente Soto del
Río acudió al combate e inició una aproximación por retaguardia del enemigo,
pese a que era blanco del fuego de mortero y ametralladoras. Hacia las 16 horas,
el tiroteo se fue debilitando hasta cesar en su totalidad. Al acercarse al
edificio los paracaidistas descubrieron cuatro cadáveres, un fusil y una
bandera marroquí, mudos testigos del combate acaecido. En el bando español tan
sólo hubo que lamentar las heridas del clp. Vila Pla.
A las diversas patrullas que recorrían Ifni no les pasaba desapercibido que
algo se estaba tramando pues, además de todo lo relatado, se habían observado
repartos de armas a los nativos más allá de la frontera española. No obstante
el mes de octubre de 1957 discurrió dentro de una relativa tranquilidad, quizá
como anuncio de la tormenta que se iba a desatar.
La guerra
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La sección del teniente Ortiz de Zárate
El ataque general al territorio del Ifni tuvo lugar la noche del 22 al 23 de
noviembre de 1957. La confidencia de un soldado indígena al capitán de Tiradores
Rosaleny, permitió desbaratar el asalto a la capital, aunque no ocurrió lo
mismo en el interior del territorio. En Sidi Ifni los combates se iniciaron a
las 5,40 de la madrugada, con un intento de golpe de mano contra el polvorín. El
ataque fue desbaratado por un destacamento de paracaidistas al mando del
teniente Calvo Goñi, si bien hubo que lamentar la muerte del clp. Torres Martínez
y las heridas de los clps. Lorenzo Caballos y Tuero Mediedo. Sobre las 7 horas
unos doscientos rebeldes lanzaron un asalto general que fue rechazado con
facilidad por una guarnición preparada, dejando sobre el terreno cinco muertos
y once prisioneros.
Desgraciadamente en el interior del territorio los acontecimientos no se
desarrollaron de una manera tan favorable. Su aislamiento, la debilidad de las
guarniciones, la escasez y deficiencia del armamento, y la dificultad en las
comunicaciones fueron la causa de su pérdida. Algunos resistieron todo lo que
pudieron, como en el caso de Tamucha cuyos defensores tan sólo se replegaron
tras la muerte del oficial al mando, teniente Fernández Fuentes. Otros como Tabelcut,
Bifurna o Hameiduch cayeron en manos de los rebeldes. Un puñado resistía desesperadamente:
Telata de Isbuia, Tiugsá, Tenin, Tiliuin, Mesti.
La reacción inmediata del mando fue la de socorrer los puestos que corrían
mayor peligro y así, en la tarde del mismo día 23, una columna formada por la
3/7ª Cia., un refuerzo de armas pesadas de la 10ª Cia., dos enlaces de
transmisiones, personal sanitario y de automóviles, todo ello al mando del
teniente Antonio Ortiz de Zárate y Sánchez de Movellán, salió de la capital con
la orden de abrirse paso hasta Telata y reforzar a los defensores. La primera
parte del recorrido transcurrió sin incidentes y llegada la noche, y tras
adoptar un dispositivo de defensa, se decidió acampar para llegar a destino con
luz diurna.
A las 7 horas la columna emprende la marcha, pero muy pronto encuentran
diversos cortes en la pista que deben ser retirados a fuerza de brazos y que
retrasan considerablemente la progresión. A las 10,45 se enfrentarán a un nuevo
corte en la carretera, pero al ir a retirarlo la fuerza recibe un intenso fuego
de fusilería procedente de las elevaciones situadas a ambos lados de la pista. El
teniente despliega a sus hombres que responden al enemigo, a la vez que un
pelotón al mando del cabo 1º Oliva realiza un pequeño contraataque que obliga a
los rebeldes a disminuir su presión. Los paracaidistas aprovechan la ocasión
para subir a sus vehículos y proseguir la marcha hasta lo alto de una pequeña
cumbre desde la que se divisa Telata.
Tan sólo queda el descenso para alcanzar la relativa protección que ofrecen los
muros de adobe de Telata, pero el avance ya es imposible. La pista está totalmente
obstruida y la columna recibe una descarga que destroza neumáticos y
radiadores. El teniente Ortiz ordena batir con fuego de mortero las posiciones
enemigas, sin embargo a la octava granada se avería el mecanismo de disparo y
el arma queda inutilizada. No queda más recurso que desalojar a los rebeldes de
una loma dominante y atrincherarse a la espera de ayuda. El ascenso el difícil
y por el camino resultan muertos el cabo 1º Civera Domeche y los clps. Aguirre Eguidúa
y Rodríguez Matamoros, pero finalmente se ocupa la altura. Con la oscuridad una
escuadra deshará el camino recorrido y recogerá el material que había quedado
en los camiones: mantas, víveres y municiones. Después el teniente Ortiz
desplegó a sus hombres formando un perímetro defensivo que les permitiera
rechazar cualquier asalto enemigo.
Se iniciaba así un largo asedio en el que los defensores no tuvieron que
resistir tan sólo el constante fuego y los intentos de asalto del enemigo, sino
que también padecieron el atroz sufrimiento provocado por el hambre, la sed y
la falta de sueño. El día 26, con las primeras horas del día, los rebeldes se
lanzaron al asalto, confiando en que el cansancio hubiera hecho mella entre los
paracaidistas. El ataque fue rechazado pero a costa de la vida del teniente Ortiz
de Zárate y del clp. Vila Pla. El mando recayó en el sargento Juan Moncadas Pujol
que hizo todo lo que estuvo en sus manos para seguir galvanizando la moral de
los defensores. El 29 fue rechazado otro ataque general, aunque los heridos se
iban acumulando (cabo Blay Marín, clps. Pérez Lorca, Carasco Martín, Román Triviño,
Llovel Ferrero), a la vez que las municiones disminuían de manera alarmante.
Finalmente a primeras horas de la tarde del día 2 de diciembre de 1957 los
paracaidistas fueron liberados por una columna de Tiradores procedente de la
capital. Tanto unos como otros se dirigieron a Telata de Isbuia, donde
permanecieron descansado un par de días. El día 4 se inició el regreso a la
capital llevándose consigo a la exhausta guarnición del puesto, así como a las
mujeres y los niños del mismo. Los agotados paracaidistas constituían la
protección del improvisado convoy, viéndose obligados a sostener feroz combate
de retaguardia tras recoger a la guarnición de Tenín de Amelu, aunque
afortunadamente sin bajas.
La medalla militar individual para el teniente Ortiz de Zárate y el sargento Moncadas
Pujol, así como la colectiva para el resto de la unidad fue la recompensa por
un valeroso comportamiento frente al enemigo.
Tiliuin: primer asalto de la guerra.
Otros de los puestos que resistía, obstinadamente el ataque del enemigo era el
de Tiluín, que situado en la zona más meridional del territorio de Ifni estaba
unido a la capital por dos carreteras que discurrían por un terreno montañoso,
lo que las hacía muy vulnerables ante cualquier intento rebelde por
obstruirlas. La guarnición formada por una sección de policía indígena y otra
de Tiradores, contaba con una elevada proporción de soldados nativos, dos de
los cuales ya habían desertado.
Tras muchas vacilaciones debido a lo arriesgado de la empresa, el general Gómez
de Zamalloa ordenó un lanzamiento de paracaidistas para reforzar a los defensores
de Tiliuin. A las 10,45 horas del 29 de noviembre los soldados suben a bordo de
cinco viejos “junkers”: son un total de 71 paracaidistas pertenecientes a la 7ª
Cia., tres de la 10ª Cia. y un brigada practicante. Los mandaba el veterano
capitán Sánchez Duque.
A las 11,10 horas los paracaidistas españoles realizaban su primer salto de
guerra. Desde una altura de apenas 200 m., la mínima permitida por los márgenes de
seguridad, y tras un ablandamiento de las posiciones enemigas por los
bombarderos “heinkel”, los soldados se arrojan al vacío esperando no ser
tiroteados por el enemigo. Por fortuna la sorpresa y el bombardeo previo han
causado su efecto y los paracaidistas tocan tierra sin más incidentes que
alguna torcedura sin importancia (brigada Jurado Ortiz, clps. Moncada Navas y Enríquez
Bueno). Una breve carrera y muy pronto la totalidad de la tropa se introduce en
el interior de Tiluin, donde son recibidos con el consabido júbilo.
El hasta entonces jefe de la guarnición, teniente de Tiradores Pradillo, cede
el mando al capitán Sánchez Duque que ordena un reconocimiento ofensivo a cargo
de dos secciones al mando del teniente Calvo Goñi. Mientras una sección se
dedica a incendiar unas chozas vecinas desde las que se tiroteaba al puesto con
total impunidad, otra recoge los tan preciados paracaídas abandonados sobre el
terreno. De regreso se requisa algún ganado disperso que servía para mejorar el
rancho. Simultáneamente un avión deja caer en el interior del recinto dos
morteros y granadas para los mismos.
A lo largo de los días siguientes el puesto será objeto de intensísimo fuego de
fusilería y mortero, aunque en ningún momento intentarán los rebeldes ocuparlo
al asalto. La escuadra de morteros, hábilmente dirigida por el teniente Soto
del Río, se encargará de efectuar una eficaz contrabatería, mientras que
diversas salidas ofensivas encabezadas por el este mismo oficial o por el
teniente Calvo Goñi permitirán aliviar la situación de los asediados.
Así mismo la aviación, mediante
el lanzamiento de abastecimiento y el bombardeo del enemigo, contribuirá en
gran medida a fortalecer la defensa.
La resistencia continuará hasta el día 4 de diciembre de 1957 en que la
VI Bandera de la Legión levantará el cerco;
los paracaidistas destruirán el puesto y todo los que no se puede transportar
y, junto a legionarios y tiradores, iniciarán una lenta retirada a pie hasta Telata
y finalmente, hasta Sidi Ifni.
Las operaciones de
socorro.
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Ante la gravedad de los acontecimientos que se sucedían en Ifni, era
absolutamente necesario el envío de refuerzos; lo que se hizo de manera
inmediata. Para el 30 de noviembre de 1957 ya se habían reunido en la capital
la totalidad de la Agrupación de Banderas Paracaidistas, la VI Bandera de la
Legión, una Cia. de Infantería de Marina y batallones expedicionarios de los
Regimientos Soria 9 y Pavia 19. Con todo ello se organizaron una serie de
columnas cuya misión principal era liberar los puestos asediados.
Fue la “Operación Netol”. El 1 de
diciembre de 1957 la Bandera del comandante Saraluce Goñi se dirige a controlar
el nudo de comunicaciones de Biugta y a levantar el cerco de Arbaa de Mesti. La
primera resistencia seria se la encuentra la 2ª Cia. del teniente Cassinello al
aproximarse a Biugta y tenerse que limpiar un laberinto de chozas en el que se
llegó a una lucha cuerpo a cuerpo, siendo muerto el clp. Ramos Rodríguez.
Paralelamente el resto de la
Bandera ocupa una serie de alturas para cortar la retirada del enemigo en
dirección a Mesti. Al llegar al barranco de Ansedi Higuerialen se desbarata una
emboscada enemiga gracias al efectivo fuego de mortero de la Compañía de armas
pesadas.
La 1ª Cia. ocupó una posición
fortificada enemiga, la casa de Bija-alasa, mientras que la 2ª Cia. entraba en
Mesti y liberaba a la veintena de Tiradores que defendía el puesto. Durante el
resto del día los paracaidistas serán molestados por un fuego intermitente
procedente de una altura cercana, pero será acallado por nuestros morteros.
Al día siguiente se inicia la evacuación hacia Biugta y al llegar al cruce, se
comprueba que está siendo batido desde la altura denominada Yebel Busgadir. Es
totalmente imprescindible mantener la libre circulación por aquella pista por
lo que se pide apoyo aéreo para montar un ataque contra las posiciones
enemigas. El bombardeo de los “heinkel” y los disparos de las armas pesadas de
la 5ª Cia., permiten que una vez más sea la 2ª Cia la que desaloje al enemigo
de aquellas alturas.
El día 3 la Bandera
recibe la orden dirigirse hacia Anamer para cubrir la retirada de la columna
que acaba de evacuar los puestos de Ttelata, Tiliuin y liberar la sección del
teniente Ortiz de Zárate, ocupándose dicho morabito al día siguiente y
enlazando con la columna en retirada. Por último, el día siguiente, el 5 de
diciembre de 1957, todas las fuerzas reunidas iniciaron el regreso a Sidi Ifni.
Además de lo ya citado, los paracaidistas tuvieron que lamentar dos heridos, el
teniente Arribas San Vicente y el clp. Roda Dieguez.
La “operación Gento” se diseñó con el objetivo de liberar los puestos de Tiugsa
y Tenin, correspondiéndole la misión a la II Bandera paracaidista, junto a una Cia. del
Soria y el II tabor de tiradores, y se puso en marcha el mismo 5 de diciembre.
Casi de inmediato, y al llegar a la altura de Alat ida u-sugún, las 6ª y 10ª
Cias paracaidistas y la del Soria caen en una terrible emboscada. El intenso
fuego de los rebeldes barre las filas paracaidistas causando la muerte al
teniente Polanco Mejorada, del cabo Mena Rodríguez y de los clp´s Valera Penides y Rovira Serrano,
además de 14 heridos de diversa consideración, hará falta la intervención del
grueso de la fuerza para conseguir que las maltrechas Compañías consigan
retirarse hasta Alat ida u-sugún, aunque a costa de aumentar la lista de
heridos entre los que destacan el teniente Sáez Sagaseta y el sargento
Fernández Romero.
Informado de lo acaecido el general Gómez de Zamalloa ordenó la inmediata
evacuación de las bajas y un nuevo reparto de las misiones, correspondiéndoles
a la I Bandera,
junto a los tiradores, los hombres del Soria y la sección de morteros de la II Bandera (teniente
Ocón) inicia, el día 6 de diciembre, la marcha hacia Tiugsa, venciendo una
fuerte resistencia enemiga en torno a unas alturas que son ocupadas por la 2ª
Cia. Desgraciadamente un error de comunicación con la aviación provocó que
resultaran heridos por “fuego amigo” el teniente Ocón Tarras y dos hombres más.
Al día siguiente se liberó el puesto de Tiugsa iniciándose el repliegue casi de
inmediato. Durante el mismo se produjeron feroces combates de retaguardia que
causaron más bajas en la columna: el teniente López Pérez y el clp. García
Pérez, ambos heridos.
(Cuando cayó herido el teniente
López Pérez, en esos momentos los CLP Vico y Conejo se quedaron cuerpo a tierra
junto a su teniente, haciendo fuego contra el enemigo. Después llegaron varios
mandos, entre ellos el cabo Bejarano que se echó al hombro al teniente y todos
juntos se reintegraron a la columna del capitán Pedrosa.)
El día 7 la II Bandera prosiguió su
aproximación a Tenin, observándose durante la misma, la convergencia hacia el
puesto de numerosos grupos enemigos. Los paracaidistas reciben nutrido fuego
por su flanco izquierdo que les causa un muerto, el clp Arjona Hidalgo, y
varios heridos, entre los que cabe citar al teniente Frías O´Valle. Pasado el
mediodía, la 8ª Cia. y la plana mayor de la Bandera penetran en Tenin, mientras que la 6ª y
10ª Cias permanecen como cobertura en el exterior del puesto. La evacuación del
mismo, prevista para el día siguiente, se preveía difícil, pues a los numerosos
heridos de la II Bandera
había que añadir los de la guarnición, mas, doce mujeres y catorce niños
(familias de soldados nativos).
El repliegue se inició a las 10,30 horas del 8 de diciembre. la 8ª Cia., al
mando del capitán Román Páez, tiene la ingrata labor de cubrir la retaguardia.
La columna carece de cualquier apoyo de morteros, pues la 10ª Cia. agotó las
municiones en los combates sostenidos los días anteriores, y el desastre era
inevitable. Las dos secciones que cierran la marcha, las de los tenientes
García Calvo y Colldefors, se ven sometidas a una presión inaguantable de una
masa de rebeldes que no quieren que se les escape su presa y los cuerpos de los
paracaidistas van quedando diseminados por el terreno: caen muertos el cabo
Jardín Martín y los clps. Albacete Maté, Cutrona Sardinero, Montánchez García y
Rodríguez Amado; desaparecen sumergidos por los atacantes los clps. Clemente
Gallego, Jiménez Morales, Miranda Vuduarias, Urbano Aragu, Vilariño García y
Zambrrano Zambrano; además otros cuatro hombres resultan heridos de diversa
consideración, debiendo ser transportados por sus compañeros con lo que
disminuía la capacidad de respuesta de los soldados españoles.
El sacrificio de estos hombres y la afortunada decisión del teniente coronel
Crespo del Castillo, que ordenó a las 1ª y 5ª Cias. de la I Bandera salir al
encuentro de la columna, salvaron a la misma de su casi segura aniquilación
total. Tras pernoctar unas horas en Ait brahim todas las tropas entraban en
Sidi Ifni con la primeras luces del día 9 de diciembre.
Consolidación de la
defensa.
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Una vez concluidas las operaciones de rescate y a la vista de la situación en
el Sahara, el mando español decidió seguir en Ifni una estrategia netamente
defensiva, tendente a asegurar la capital y un perímetro de protección en torno
a la misma que la pusiera a salvo de cualquier peligro. La agrupación de
banderas paracaidistas sería el punto de apoyo fundamental de esta estrategia.
Tras pasar unas navidades en las que el dolor por los compañeros caídos y la
añoranza de los seres queridos y del hogar, se vio compensada, en parte por la
presencia en el territorio de artistas como Gila y Carmen Sevilla, se inició un
nuevo año en el que los paracaidistas españoles no iban a permanecer ociosos. Durante
aquel mes de enero de 1958 la principal actividad de nuestros soldados fue la
de fortificar las defensas, mejorar los accesos entre la capital y la
posiciones de defensa, descarga de las barcazas de suministros y protección de
los convoyes a la cercana altura del Buyarifen. El día 30 la 3ª Cia. al completo
junto a una sección de zapadores se dedicaron a plantar un campo de minas en
las vías de acceso a las defensas españolas, al tenerse noticias de un posible
ataque en masa a la capital.
El 31 de enero de 1958 se desencadenó la “operación Diana” cuyo objetivo era
ocupar dos nuevos centros de resistencia (Id mehais y Alat ida u-sugún) que
cerraran posibles vías de penetración a la capital. El primer objetivo le
correspondía a la Iª
Bandera que debía ocupar la zona del Id mehais-xaraffa bugdor y fortificar el
centro de resistencia para que lo ocupara el IV tabor de Tiradores. La IIª Bandera debería ocupar Alat
ida u-sugún en principio mediante un lanzamiento paracaidista, pero al
suspenderse por el fuerte siroco, se realizará por vía terrestre. Toda la maniobra
recibiría el apoyo proporcionado por el grupo de obuses del 105 y por una
compañía de morteros de 120, y también se contaría con apoyo aéreo en caso de
necesidad.
La Iª Bandera, al
mando del capitán Pedrosa Sobral, inició su avance bajo la protección de las
armas pesadas de la 5ª Cia. las 2ª y 3ª cias., ocupan sin mayores dificultades
la cota 243 y desde allí descienden sobre iId mehais, que es capturada a medio día.
La operación no le costó a la Iª
Bandera más que dos heridos leves, siendo el IV tabor de Tiradores el que tubo
que pagar el precio más alto, cuatro muertos y diez heridos. Una vez
fortificada la posición se entregó a los tiradores, iniciándose el regreso a Sidi
Ifni mediada la tarde.
La oposición encontrada por la II Bandera
para ocupar su objetivo fue mucho mayor, requiriéndose el apoyo de la aviación
para debilitar la resistencia de los rebeldes. El poblado de Alat ida u-sugún
acabó siendo tomado al asalto, pero hubo que lamentar un muerto a la 6ª Cia, el
clp Rius Álava, y tres heridos (clps Cuartero Arévalo, Morales Molina y Palop Cerdán).
La defensa de la recién ocupada posición quedó a cargo de la citada 6ª Cia.
Los rebeldes no se resignaron tan
fácilmente a la pérdida de una posición cuyo valor era evidente, y sus intentos
por recuperarla no se hicieron de esperar. A media tarde del 3 de febrero los
paracaidistas comienzan a recibir un intenso fuego de mortero que los obliga a
refugiarse en sus precarias posiciones, pues la dureza y rocosidad del terreno
impidieron que las trincheras fueran muy profundas. A las 21,30 horas, y
aprovechando que el fuerte siroco ahogaba cualquier ruido, el enemigo atacó a
la sección que defiende la cota 348. Esta, arrollada por el numeroso enemigo y
tras sufrir varios heridos, se retira hasta Aalat ida u-sugún. En los intensos
y confusos combates que se desarrollarán aquella noche, en completa oscuridad y
muchas veces cuerpo a cuerpo, será muerto el teniente Enrique Carrasco Lanzós,
tercer y último oficial paracaidista que caería en aquella triste y olvidad
guerra.
A la vista de lo que acontecía a la II Bandera
reforzó la posición al día siguiente, contribuyendo a rechazar los ataques que
se produjeron ese mismo día 4 y los del 7, 12 y 14 de febrero. El 15 de febrero
de 1958, al ceder la presión del enemigo, la
II Bandera regresó a Sidi Ifni, dejando
como guarnición a la 8ª Cia.
Para el 10 de febrero de 1958 el general Zamolloa programó la “operación Siroco”,
una acción de defensa activa en dirección a Mesti en la que participarían,
además de la I Bandera, el
batallón Soria 9 y una batería del 105. El objetivo clave era la ocupación del
llamado vértice Aslif, dos pequeñas cotas que debían ser tomadas por cada uno
de los batallones participantes, tras lo cual el resto de los infantes
peninsulares se dirigiría hasta el zoco de Arbaa el Mesti y, tras limpiarlo de
posibles enemigos, debía de regresar bajo la cobertura ofrecida por los
paracaidistas e infantes que dominaban las dos alturas.
La conquista de la cota 407 por
parte de la i bandera se desarrolló como en unas maniobras en tiempos de paz. La
1ª y 2ª Cias (capitanes Alonso Manglano y Martinez Pariente) subieron por su
cara norte, apoyadas por los disparos de ametralladoras y morteros de la 5ª cia
(capitán Arroyo Pertase), iniciando después un movimiento envolvente que
culmina con la caída del objetivo. No hubo que lamentar más que algunos heridos
leves: teniente Jiménez de Embún, cabo 1º Bohoyo Sánchez y clps Iglesias Palomero
y Sánchez Carrión, tomándose a cambio dos prisioneros enemigos. Desde lo alto
del vértice se pudo observar como los rebeldes evacuaban precipitadamente Mesti
por lo que se solicitó un bombardeo aéreo que si bien tuvo lugar, no resultó
todo lo efectivo que era de desear. Una vez reconocido el zoco por las tropas
del Soria sin mayor novedad, se inició el regreso a Sidi Ifni.
Las banderas
paracaidistas en la guerra de Sidi Ifni
Texto aparecido en el
blog:
Terminamos con este capitulo la
historia de la bripac en la guerra del Sidi Ifni, ha sido un trabajo extenso,
pero espero que refresque la memoria de tantos y enriquezca el conocimiento a
otros. Y sobre todo, honrar a los que dieron su sangre en un rincón alejado del
hogar.
Erkunt: punto y final de la guerra del ifni.
Los excelentes resultados en Mesti, así como la necesidad de causar un
grave quebranto al enemigo que permitiera sentar las bases para una posterior
reconquista del territorio, fueron las principales razones que indujeron al
general López Valencia a ordenar una nueva acción ofensiva: “operación Pegaso”.
El plan presentado por el general Zamalloa preveía un avance en dirección a la
frontera norte, hasta Tabeleut, paralelo a la costa para aprovechar el apoyo de
la armada, y contando con la colaboración de la aviación para facilitar la
progresión de la Infantería. La
II Bandera paracaidista y la VI
de la Legión
deberían romper el frente enemigo entre la cota 325 y el Adrar buzguit, para
pasar después a cubrir el flanco derecho del avance español (el izquierdo lo
cubriría la armada con el crucero Galicia y el destructor Almirante Miranda). Por
el centro avanzaría velozmente la I Bandera,
junto a tiradores y policía indígena, que se encargarían de limpiar la zona Erkunt-id
buchini-tabelcut de cualquier presencia enemiga. La ambiciosa operación
incluiría un salto de la 1ª Cia paracaidista del capitán Pedrosa Sobral sobre Erkunt,
además de otros sobre Tabelcut, Asif aguendu e Id buchini.
El 17 de febrero de 1958 la II Bandera,
menos la 2ª Ccia y una sección de ametralladoras y otra de morteros de la 10ª Cia.
se dirigió hacia el Buyarifen. La 6º Cia. ocupó la cota 453, para cubrir el
avance del resto de la Bandera
y de los legionarios de la VI,
pero lo que se presumía un paseo se tornó muy pronto en un infierno. Los
rebeldes desataron un fuego devastador que barrió las filas de paracaidistas y
legionarios. Cayeron muertos los cabos González Hortigüela y González Jordán,
así como el clp Mestre Monteagudo, mientras que el teniente Ponciano era herido
de gravedad. Entre los legionarios hubo otros cuatro muertos y varios heridos. Aquella
decidida resistencia retrasó todo el avance español, lo que dio al traste con
los proyectados saltos sobre Asif aguendu y Tabelcut, provocando el consabido
disgusto entre los hombres de la I Bandera que
esperaban impacientes en el aeródromo de Sidi Ifni. Así la 3ª Cia. se unió a
sus compañeros de la II Bandera
que pugnaban por ocupar y defender las cotas 449 y 453, mientras que el resto
de la Bandera
se resignó a ocupar los objetivos asignados mediante un penoso avance por
tierra. Tan sólo la 1ª Cia siguió en alerta paracaidista a la espera de
órdenes.